29 de septiembre de 2014

El presente surge del pasado


Por Elena Valero Narváez. (*)
Mayo de 2014.


En Argentina, durante diez años, el gobierno kirchnerista se ha dedicado a destruir las instituciones. Se ha dejado muy poco por hacer para lograrlo. Desde el avasallamiento del Congreso hasta la utilización de superpoderes para favorecer la corrupción en pos de conseguir la adhesión incondicional de políticos y jueces, aumentando de ese modo el poder hasta límites casi dictatoriales.

En la actualidad, estamos sintiendo en carne propia las consecuencias de esta política: alta inflación, enfermedad transmitida por el gobierno que está vaciando los bolsillos de los argentinos, comiéndoles el futuro, además de desprestigiarnos internacionalmente evitando la llegada del aire que podrían darnos las inversiones.

La esperanza de un futuro mejor es la carta que se juega nuestro país. Todos sabemos que solo puede llegar a través de nuestros representantes quienes están tratando de llegar al 2015 haciendo, con indolencia premeditada, algunos pocos deberes para que no nos alcance, antes de darle el bastón de mando al futuro presidente, la catástrofe. En 1990 fue el motivo del cambio. Nadie olvida la hiperinflación y el apoyo que se le dio al nuevo rumbo iniciado por el ex-presidente Menem, correcto al principio, antes de que el gasto público y otros errores le quitaran la confianza de la gente. Todos los aspirantes a la presidencia del próximo período, saben que ante la vista del precipicio "hay que hacer" pero la cosa es saber qué y como lograrlo.

Los historiadores sabemos que no hay mejor maestro que la historia. Observar las causas de los fracasos y de los éxitos ayuda a decidir mejor. Tenemos ejemplos de todos los colores para que, dejando de lado toda fanática ideología, con tolerancia y transacciones con la oposición y las democracias del mundo, reflejando los valores comunes, podamos ir levantando cabeza.

No solamente necesitaremos de quienes dirigen la política, sino que también todos deberíamos compartir la responsabilidad del desafío, participando de la vida política, social y cultural para transitar hacia un país donde se respeten la dignidad de las personas y la igualdad ante la ley, y que esté a salvo la libertad de los ciudadanos.

En materia de relaciones exteriores, tan ligada a la política interna, la base debería reflejar la interdependencia de la civilización mundial para no obstaculizar los vínculos con todos los países que colaboran en la democratización del mundo, defendiendo los principios que rigen la democracia liberal, congreso independiente, respeto por la Constitución y los derechos civiles además de tolerancia, sobre todo, por las minorías.

 Los jóvenes candidatos a presidente deberían ser optimistas a pesar de que el pasado kirchnerista nos ha llevado a la pérdida de fe en el hombre como ser racional. La esperanza reside en ampliar nuestra comprensión de la historia, en inculcar la fe en la democracia como método pacífico de llegar al poder, y en dejar de creer en posiciones deterministas que nos hacen esclavos del "destino". El pasado, afortunadamente, no determina el futuro, por lo cual tenemos varias alternativas, por supuesto, dentro de la difícil situación en la que nos hallamos.

Lo importante –espero que se dé esta vez– es no dar una respuesta utópica al desafío que se viene en el 2015. Por eso, revisar la historia nos sirve sabiendo que aunque es irrepetible, los hechos no son totalmente nuevos ya que el hombre ante situaciones semejantes tiende a actuar de manera similar.

Para dar respuestas válidas se necesitan hombres con fe en la razón y dejando el proselitismo populista basado siempre en promesas utópicas, para tomar el rumbo y las medidas que los problemas reales reclaman, siempre inculcando con la palabra, el ejemplo, la tolerancia, la decencia, y sobre todo, el respeto a los derechos individuales.

Ante los graves problemas que ya nos muestran la cara, lo peor sería que se creyera, como muchas veces en el pasado, que con solo regresar a la normalidad constitucional se puede evadir nuevamente la realidad y continuar con las políticas que la han olvidado y por ello nos han sumido, una vez más, en un rotundo fracaso, el cual está pesando sobre las espaldas de todos los argentinos.


(*) Elena Valero Narváez
Analista política, periodista e historiadora.

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