30 de septiembre de 2014

Turismo social, ¿desde cuándo?

Por Esteban F. Valiente.
Revista barrial "Al Oeste del Centro".
Mar del Plata, octubre de 2001.


Vista del Casino de Mar del Plata en 1939.
"¡Mar del Plata, siempre de temporada!" decía un slogan publicitario que recuerdo de mi niñez, y de hecho siempre ha sido así, por lo menos hasta el advenimiento de la globalización.

En un principio, con el auge de la inmigración europea en épocas de Sarmiento, estos lares fueron el lugar elegido por italianos pobretones oriundos de todos los rumbos conocidos del antiguo mare nostrum, buscando un lugar común y conocido para desarrollar su arte milenario: la pesca.

El tren de progreso, de la mano del ferrocarril en 1886, cambió la calidad de los visitantes. A diferencia de las italianas que buscaban un hogar, las nuevas visitantes buscaban un reducto de ocio y recreación, tan populares en la Europa imperial de aquellos años. No olvidemos que los ferrocarriles ingleses acercaban los centros de producción al puerto de Buenos Aires y de paso se jalonaron las veras de los tendidos férreos de canchas de golf, deporte "paquete" si lo hay. Nuestra sucursal local de Biarritz se pobló, verano tras verano, de fulanas y fulanos de dieciocho apellidos, acompañados de legiones de personal de servicio, a veces locales y otras traídos con ellos. Hacia 1919, la condición de los visitantes fue cambiando, poblándose de burgueses acomodados –profesionales y comerciantes exitosos–, diluyendo de a poco ese coto cerrado que la "aristocracia" nacional había construido por estos rumbos, dándose su propia "belle epoque".

Antigua Rambla Bristol en Mar del Plata.
El imperio de las clases acomodadas por alcurnia o por dinero hizo "crack" el 5 de octubre de 1938. Ese día, con bombas y platillos se inauguró el tramo Dolores/Mar del Plata de la ruta Bartolomé Mitre, más conocida como "el camino a Buenos Aires" (¡bah!, la ruta 2).

Si bien esta iniciativa comenzó a sonar desde la Asociación de Propaganda y Fomento de Mar del Plata (embrión de lo que hoy es el EMTUR) allá por 1928 cuando era presidida por Rufino Inda, se logró cristalizar en la gestión municipal de José Camusso. Este hombre, surgido de las filas del conservadurismo, de estrecha relación con el gobierno nacional y provincial, fue el gestor que consiguió lo que hacía por lo menos diez años las distintas asociaciones reclamaban, logrando que el gobernador Manuel Fresco a través de Vialidad de la Provincia financiara la obra.


Este último dato no es menor, ya que históricamente se ha relacionado a los conservadores con el mantenimiento del statu quo, pero este fulano rompió el molde. La ruta fue importante, fue el medio, pero lo realmente trascendente fue el inicio de la demolición del la Rambla Bristol, hecho largamente criticado por el valor arquitectónico de la misma, pero nadie –o por lo menos muy pocos– reconocen el símbolo político y social de este hecho. Lisa y llanamente se le decía al pueblo que "esta ciudad ha dejado de ser de los 'pitucos'. Ahora es de todos".

Construcción del edificio del Casino (1938).
Los datos estadísticos de la época acompañan mi última (osada) afirmación: en el verano de 1937/1938 ingresaron a la ciudad 50.000 turistas, mientras que en el mismo periodo del año siguiente fueron 90.000.

El 22 de diciembre de 1939 se produjo –también en la era Camusso– otro hito importante: se inauguró el edificio del Casino que hoy conocemos, de líneas simples y salas espaciosas, permitiendo de esta manera develar al gran público este mundo de los juegos de azar exquisitos y reservados para minorías.

Faltaba perfeccionar el acceso popular, cosa que se dio en los '50. Pero el primer paso, el realmente importante, se dio de la mano de Camusso.


Reflexión sobre el tema:

Los cambios sociales son sucesos que ocurren en los pueblos cuando debido a su crecimiento así lo requieren, a veces es un poco antes, a veces un poco después, y eso es independiente del color político del gobernante de turno. En la mitad del siglo XX, todo el mundo occidental había otorgado derechos a trabajadores y a mujeres, y en el caso especial de Mar del Plata también a turistas, aunque en si no se los pueda considerar "derechos".

–Claudia Bonzo.

29 de septiembre de 2014

La mentalidad nacionalista y socialista de nuestros gobernantes


Por Elena Valero Narváez. (*)
Enero de 2014.


Argentina en los últimos diez años ha dejado el progreso atrás con la vuelta de gobernantes que adhieren a banderas nacionalistas y socialistas que han detenido el progreso que se insinuó claramente en la década del '90.

La política energética es un ejemplo clave para entender cómo se ha demorado el avance en materia económica. De exportadores pasamos a importadores netos con un elevadísimo costo para el país que pesa en el bolsillo de todos los argentinos. Se regresó a una política estatista que obstaculizó la llegada del capital privado indispensable para el impulsar el desarrollo de las actividades hidrocarburíferas. Lamentablemente, no solo en este sector prevaleció la idea de que las inversiones estatales eran las que debían revitalizar la economía, provocando la inflación que hoy deteriora el salario real y crea problemas sociales de difícil solución.

Planes faraónicos irrealizables, fútbol para todos, subsidios para financiar pérdidas, prebendas y estatizaciones son parte de las acciones erróneas destinadas a aumentar la popularidad y prestigio del gobierno. La emisión espuria de dinero termina siendo inevitable para poder financiar el déficit del presupuesto y por ello el aumento general de los precios.

El diagnóstico lo hemos aprendido de memoria los que vivimos la crisis inflacionarias de 1976 y la del final del gobierno de Raúl Alfonsín. Deberíamos preguntarnos si habrá en 2015 un gobierno decidido a encarar con responsabilidad el problema.

El kirchnerismo cree que con algunas medidas aisladas tendientes a morigerar los efectos inflacionarios se puede resolver el proceso inflacionario sin enfrentar las causas. El presidente que llegue al poder en 2015 tendrá al principio la confianza de la gente, la cual verá qué hace y esperará los resultados. Pero la sociedad ofrece el cheque en blanco por poco tiempo, el necesario para saber si se puede brindar o no la confianza.

¿A cuál partido votará la mayoría: al que pretenda seguir la senda del actual gobierno o al que respete la opinión pública, se anime a terminar con la emisión espuria de moneda, libere todos los mercados, reestablezca la seguridad jurídica, recupere la inversión privada y permita que funcione la justicia conforme a derecho?

La respuesta la tendremos cuando sepamos, luego de las elecciones, hasta qué punto ha envenenado la cabeza de los argentinos la prédica nacionalista y socialista de los gobiernos kirchneristas. Nos enteraremos si queda algún político que reconozca los errores producidos por un gobierno demagógico y se anime a atacarlos de raíz, asumiendo –no hay otra posibilidad– los principios liberales. Ellos permitirían una economía abierta portadora del capital privado necesario para poder emprender la tarea de sanear la economía y destrabar el progreso del país.

Dejar atrás el intervencionismo estatal es prioritario, así como ir rápidamente en dirección de la economía de mercado, fuente de regeneramiento económico, sin olvidar la Constitución de origen republicano y liberal. Ella nos legó un marco jurídico razonable que se basa en derechos reconocidos expresamente, como son los de trabajar, comerciar y ejercer libremente toda industria lícita, los cuales han sido vulnerados por el gobierno actual a pesar de que ninguno de ellos impide, sino promueve, la mejora del país. Éste no solamente necesita líderes que se animen a ver la realidad tal cual es, sino que ayuden a la gente a conocerla.

Se podrá cambiar el modelo autoritario por el basado en la libertad individual si los ciudadanos toman parte en su conquista. La democracia es el mejor medio conocido para que nadie pueda gobernar sin su consentimiento. Para que funcione se debe educar y formar el espíritu democrático: hombres libres y responsables de sus deberes, que defiendan los derechos a la libertad y a la propiedad, y que también controlen al poder político para que éste cumpla con su deber de proteger la vida, la libertad y los bienes, resistiéndose ante cualquiera que intente usurparlos.


(*) Elena Valero Narváez
Analista política, periodista e historiadora.

El mejor plan social: retorno al patrón oro


Por Alberto Mansueti. (*)
Septiembre de 2014.


Contra lo que se cree comúnmente, no es lo mismo inflación de precios que inflación de dinero: la primera es un efecto o resultado de la segunda, causa de la primera. O sea: la emisión excesiva de billetes resulta en un alza generalizada en los precios (en dinero) de todos los bienes y servicios. Y el alza general de los precios daña o perjudica más a los pobres que al resto de la población.

Pero hay que ver las razones, y de eso trata este escrito. Hay emisión de moneda en exceso porque los gobiernos tienen demasiados gastos. Y a través de los Bancos Centrales, también tienen el monopolio de la emisión legal del dinero y pueden financiarse emitiendo billetes, que son “de puro papel”, es decir no respaldados ni garantizados por oro o plata, como era antes. Por eso no hay límite alguno al empleo de la máquina de imprimir billetes.

Por lo tanto, una excelente vía para reducir la pobreza es evitar la inflación, y a este fin la vía más efectiva es un retorno al patrón oro para la moneda, idea muy plausible en Bolivia, país minero, y además con larga tradición y rica historia de país minero. Y también con larga tradición de monedas “febles” y de “quiebras monetarias”, por lo cual debería haber cierto aprendizaje social. Pero vamos más despacio.

¿Qué es la inflación?

La inflación es algo que le pasa a la moneda, no a los bienes ni a las personas. Es un fenómeno estricta y puramente monetario; es el resultado de tener demasiados billetes en circulación, un número astronómico, disponibles para comprar un número limitado de bienes y servicios. Y ocurre porque la producción de billetes puede ser aumentada a discreción y de inmediato, no así la de bienes y servicios.

La economía es como como una gran subasta pública, y los billetes y monedas son como los vales o tickets para retirar las mercancías de los almacenes. Si a todos se nos dan por ejemplo 100 unidades más para gastar, entonces todos vamos a pujar por los artículos existentes con base ​​en la mayor cantidad disponible de billetes.

Los mercados interconectados constituyen un vasto sistema de comunicaciones, en el cual los precios son las "señales" que se transmiten. Cuando el Banco Central imprime billetes y comienzan a circular, el precio de todos los artículos en los mercados va a aumentar en cierta proporción relativa a la cantidad de nuevo dinero emitido y los incrementos serán "comunicados", y eso desde adelante (la demanda) hacia atrás (la oferta), a lo largo de todas las cadenas productivas en los diferentes rubros.

La inflación perjudica principalmente a los pobres.

Con la inflación todos los precios suben, es cierto, pero no todos al mismo ritmo. Los aumentos se hacen sentir con más rapidez e intensidad en ciertos precios, y otros en cambio quedan más "rezagados". Los rubros más afectados y más sensibles son siempre los mismos en todos los países: alimentos, vivienda y transporte, quizá educación también; pero en el consumo de los pobres, ¡son los mayores gastos diarios! Es verdad, los pobres son los sectores más "vulnerables": sus ingresos son fijos y la inflación les obliga a gastar más dinero en las cosas más elementales y básicas, que más necesitan para sobrevivir.

Los ricos son diferentes. Sus ingresos no son fijos, ellos tienen formas de aumentar sus honorarios, sus ganancias, los precios de los artículos que venden o ayudan a vender. Y ellos no se ven obligados a gastar casi todos sus ingresos en la compra diaria para subsistir: alimentos, vivienda, transporte y educación, ropa y calzado, etc. son componentes menores en su programa de consumo. Por otra parte, los ricos son dueños de grandes negocios, inmuebles, acciones, bonos y otros activos que van a subir de precio con la inflación, aunque algo más tarde. A ellos no les importa la demora, ¡los ricos pueden esperar! Su poder de compra no disminuye tanto como el de los pobres. También pueden comprar "valores de refugio": yates, avionetas, joyas y cuadros. ¡Y a crédito!

Para protegerse de la inflación, los ricos se endeudan a largo plazo, pues cuando les toca pagar, lo hacen con dinero degradado, de menor valor. Y es que uno de los peores y más corrosivos efectos de la inflación, que por eso Goethe decía que es invento del Diablo, es la erosión en valores morales. El deudor siempre sale premiado con la inflación, y el acreedor sale perjudicado. Los pobres son buenos pagadores se dice, y es cierto, pero no pueden endeudarse a largo plazo. Nadie en su sano juicio presta dinero a los pobres, ¡salvo a muy corto plazo! En fin, que la inflación crea pobreza y ensancha la brecha entre los ricos y pobres.

A la inflación la miden mal.

Otro hecho observable en todos los países: los gobiernos se aprovechan de la diferencia entre rubros sensibles y "rezagados" para "maquillar" los índices de precios, los que la prensa dice que son indicadores de la inflación. ¿Cómo hacen? Inventan una "cesta" de bienes y servicios, y la "llenan" con los productos más rezagados, o en su caso, a esos rubros les asignan menos peso en el cuadro de ponderadores. El truco es viejo; el actuario Darrell Huff lo describe en un libro famoso, Cómo mentir con estadísticas, cuya primera edición es de 1954, y lideró por mucho tiempo las listas de mayores ventas en Estados Unidos. Así los gobiernos tratan de disfrazar las inflaciones de precios, que son un puro producto de las inflaciones de dinero que hace el Banco Central. Pero si es engañoso el modo con que intentan disfrazar la inflación de precios, más engañoso es el modo con que intentan remediarla.

Si malas son las mediciones, peores son las "soluciones".

Tres son siempre las medidas que los Gobiernos toman para abordar la inflación, y las tres fallan por la misma razón: no la atacan en su causa que es la impresión de billetes, sino en sus efectos o apenas en sus síntomas.

  1. Decretar salarios mínimos por ley es lo primero que hacen, afirmando que los salarios se rezagan frente a los precios de los bienes y servicios de consumo, lo cual es cierto, pero las leyes salariales pueden ser cumplidas solo por los empleadores más eficientes económicamente, con menores costos y mayor productividad, los que pueden contratar y mantener en sus nóminas a los mejores trabajadores, a los cuales aumentarían sus salarios de todos modos, aún cuando la ley no lo exigiese. En cambio, para los empleadores por debajo de esa condición, la ley salarial es un incentivo para el despido y/o la no contratación. Por esto las leyes salariales generan o aumentan el desempleo, sobre todo en los casos de trabajadores menos calificados y con menos experiencia, como los jóvenes en busca de su primer empleo. Y por esta vía el desempleo es causa de reducciones en la oferta global, con lo cual la inflación se agrava, y también la pobreza.
  2. Decretar controles de precios por ley es lo siguiente que hacen. O hacían, pues ya la mayoría de los políticos, hoy en día, y tras innumerables experiencias desgraciadas, aprendió al menos esta lección: que los precios fijos legales solo generan escaseces artificiales y "mercados negros".
  3. Por eso el "remedio" más corriente ahora es éste: más y mayores impuestos. Así los gobiernos "recogen" con una mano los billetes que imprimieron con la otra. ¿Consecuencias para la gente? Se empobrece, sobre todo quienes ya son pobres, y la clase media, sin escapatorias para los impuestos. Los ricos tienen muchas formas de eludir la carga tributaria, y una muy usada es trasladarla hacia abajo.

Eso de "impuestos para los ricos" es una falacia demagógica: un impuesto, como por ejemplo a la compra de yates, no va a hacer que un rico se quede sin su nave, ni se la va a encarecer, simplemente le carga unos centavos más a las botellas de refresco o lo que sea que vende, y ya está.

Patrón oro para el dinero: único límite a la inflación.

Hasta los años '30, en casi todos los países del mundo los billetes de papel eran emitidos por bancos privados con "respaldo" en oro. El sistema pasó por varias etapas. Primero hubo (1) una tasa de cambio fija y definida por cada banco entre sus billetes y el oro depositado en sus bóvedas, y era plena y sin restricción alguna la "conversión" de billetes a metal y viceversa, en las taquillas de cada banco. Y (2) una tasa de cambio flotante y definida por el mercado, entre los distintos billetes de los diferentes bancos, más o menos como es hoy con las monedas de los distintos países, en especial en las fronteras. Los bancos se cuidaban de mantener los valores de sus billetes en términos de poder de compra, en su propio interés. Esto fue durante el siglo XIX.

Después hubo una segunda etapa, con una tasa de cambio entre papel y metal, que era fija y definida por ley para todos los bancos. Pero los bancos no podían emitir dinero por encima de sus reservas de metal en sus bóvedas según la relación establecida por ley. Esta garantía se hacía efectiva con la "convertibilidad" y tenía la virtud de poner un límite objetivo a la impresión de dinero de papel, y por lo tanto a la inflación de precios. Cualquier persona podía cambiar los billetes por oro o viceversa en el banco. No había inflación porque las masas o cantidades de billetes de papel eran constantes, sin bruscas variaciones, como fue después. Los pobres podían aspirar a salir de la pobreza con trabajo duro y con cierta frugalidad en la vida, acompañada de decisiones económicas prudentes.

Pero en una tercera etapa, hacia los años '30, los bancos emisores fueron reemplazados por un Banco Central con el monopolio de emisión. Y la convertibilidad fue sometida a límites y restricciones, hasta hacerla ilusoria o puramente "teórica", con lo cual el respaldo se esfumó y la garantía legal desapareció poco después. Así fue que el dinero de papel de imprenta se hizo "puramente fiduciario", lo que quiere decir "no respaldado en reservas", y basado nada más que en la "confianza". ¿Confianza en qué? En que el ente emisor, o sea el Banco Central, va a ser prudente en la emisión de moneda. Es una promesa: la de mantener constante la masa o base monetaria (Msub0) sin sumarle más billetes. Es la única garantía contra la inflación: una promesa de moderación y frugalidad, la cual en el fondo descansa en una promesa no pactada, ni siquiera formulada, de moderación o auto-contención de los gobiernos en sus gastos. ¿Quién asegura que estas promesas se hagan efectivas y cómo? Nadie. Cosa distinta a una promesa de convertibilidad, la cual se podía hacer efectiva en las taquillas del banco.

Lo que se llama "quiebra" de una moneda es el clímax de un proceso de devaluación o degradación de su poder de compra, ya sea rebajando su contenido noble si es dinero metálico, ya sea expandiendo la masa emitida si es dinero de puro papel. Es lo que de un modo u otro se conoce como "hiperinflación" y lleva al rechazo del dinero, fenómeno que en Europa Central se observó en los años '20, y en Bolivia varias veces en el siglo XIX respecto de las monedas "febles".

Monedas de Potosí.

El historiador Julio Benavides, en su libro La historia de la moneda de Bolivia, indica que las primeras piezas monetarias fueron acuñadas en 1545 en Potosí, en la primera Casa de la Moneda del Alto Perú. Se usaba un horno de fundición y un taller de acuñación a puro martillo. Acuñadas las monedas a golpes, eran por eso llamadas "macuquinas" (en quechua: golpeadas), de 2 y 4 reales.

Pero se dio una falsificación de monedas en 1648. El jefe de la Ceca (así se llama una Casa de Emisión), el señor Francisco De la Rocha, conspiró con sus ensayadores para adicionar a cada pieza de plata de 9,7 % de pureza, según la ley, una mayor cantidad de cobre, reduciendo la pureza a un 8 % nada más. Una vez descubiertos, y por esa mínima diferencia, a De la Rocha y sus ensayadores se les aplicó la misma pena que mucho después decretaría la Ley de Acuñación (Mint Act) de 1792 en Estados Unidos, y que fuera vista por mucho tiempo como modelo en su género: fueron ahorcados.

Tras ese episodio, las monedas potosinas eran tan buenas que circulaban en los demás países. Se decidió mejorar la calidad de las piezas: se cambió el diseño y se aumentó el porcentaje de plata, y en el año 1769 comenzaron a acuñarse las monedas columnarias, con la imagen de las columnas de Hércules en el anverso, y en el centro un globo terráqueo sobre las olas del mar, que aún guardan algunos coleccionistas.

La inflación es apenas la primera fase del ciclo económico.

Con la desaparición del patrón oro los Gobierno salieron muy favorecidos. Desde entonces pagan a sus proveedores, contratistas y empleados con el papel que imprimen, y ellos son los que lo reciben de primera mano, así que pueden comprar bienes y servicios a cómodos precios "viejos". En la economía inflacionaria, no todos los precios suben el mismo día o al mismo ritmo, sino que la onda expansiva tarda cierto tiempo en generalizarse. Es como en esas "pirámides" populares donde ganan los primeros en entrar y pierden los últimos que llegan. En el perverso juego de la inflación, los más pobres, es decir los jubilados, los obreros y empleados del sector privado, reciben el dinero cuando ya ha dado algunas vueltas, y por eso cuando van al mercado se enteran que los precios han subido, con lo cual reciben menos por cada billete o moneda.

El dinero se convierte en un activo en depreciación constante, es decir peligroso y tóxico. Trabajar con dinero se hace como trabajar con frutas y verduras, mercancías clasificadas como "perecederas". Por lo tanto los bancos, que trabajan con ese activo, se verían muy perjudicados por la inflación de dinero, de no ser porque los gobiernos les han concedido una especia de "licencia" para participar también en este turbio negocio de aumentar generosamente la cantidad de medios de pago en circulación. ¿Cómo? Con las leyes de "encaje legal", que autorizan a los bancos a mantener "en caja" sólo una parte o fracción mínima de sus reservas de dinero como reservas líquidas, y el resto puede usar libremente para hacer inversiones o préstamos. ¿Qué sucede? Que a la inflación de dinero se le añade la inflación de préstamos, la fiesta del "dinero barato": las líneas de créditos que se abren al público y a las empresas con puros asientos contables y entrega de chequeras, sin respaldo en ahorros del público. Hay así una descoordinación entre las decisiones de invertir por un lado y por otro las decisiones de ahorrar, que equivalen a decisiones de no consumir.

Lo que ha ocurrido es que en ese vasto sistema de comunicaciones que son los mercados, se envían un par de señales que son contradictorias: a los empresarios, la señal de invertir, pero el público no ha enviado señal alguna de tener ningún deseo de dejar de consumir para ahorrar una fracción de sus ingresos. Por eso se encuentra por la calle tantas edificaciones a medio construir, negocios que hoy se inauguran y al poco tiempo se cierran, empleados y obreros que se contratan para ser despedidos a los pocos meses, préstamos que no se pagan y maquinarias que se compran o alquilan y después dejan de usarse antes de lo previsto. Y más en general, cadenas de pago que se cortan bruscamente e infinidad de contratos, por ejemplo de alquiler, que se incumplen o rescinden antes de término porque no pueden cumplirse. Es la "recesión" económica; la segunda parte de un ciclo económico cuya primera fase es la de un "auge" artificial de medios de pago: dinero y crédito. En la primera se toman decisiones de inversión que no debieron tomarse; en la segunda se trata de salvar lo que se pueda, con altísimos costos.

Huerta de Soto: "Reserva 100 %, fin de la banca central y vuelta al patrón oro".

El profesor español Huerta de Soto, de la Universidad Rey Juan Carlos, ofrece una solución a los problemas de la crisis, inflación, desempleo y pobreza: acabar con los ciclos económicos de auge artificial impulsado por los gobiernos y posterior corrección dolorosa aunque necesaria realizada por los mercados. Y es que, según Huerta, los problemas financieros y económicos de hoy en día resultan de un error en la ley bancaria inglesa (Ley Peel) de 1844, reiterado después en todo el mundo y nunca corregido. La ley exigía un coeficiente de caja del 100 % en oro a los bancos privados, pero tan sólo en el papel moneda.

Esto era el "patrón oro" para el billete de papel, muy sano y necesario. Pero la ley se olvidó de aplicar el mismo requisito a los depósitos bancarios, trágico olvido que ha posibilitado el sistema de reserva nada más que fraccionaria: los bancos sólo tienen que guardar como reservas una mínima fracción del dinero que los clientes mantienen como depósitos, y el resto lo dedican a préstamos empresariales u otros.

La solución para evitar todos estos procesos cíclicos recurrentes, que desde hace décadas afectan a la economía, es una profunda y radical liberalización de los mercados, especialmente el laboral, con drástica reducción del gasto público y los impuestos. Y tres medidas adicionales:

  1. Dar fin al sistema de reserva fraccionaria, y cambiarnos un sistema con todos los depósitos a la vista y equivalentes mantenidos como reservas, sin posibilidad de prestar contra ellos.
  2. Eliminar los bancos centrales como prestamistas de última instancia, por el riesgo moral que implica.
  3. Restaurar el clásico patrón oro.

En Inglaterra hay una propuesta de dos diputados conservadores, Steve Baker y Douglas Carswell, hace poco presentada al Parlamento británico. Hasta Mervyn King, gobernador del Banco de Inglaterra hasta el año pasado, vio con buenos ojos esta medida.

Muchos bancos centrales, comenzando por el de China, han comenzado a acumular oro en sus bóvedas, en previsión de un cambio de este tipo. Y no sólo eso: en China el Banco Central asimismo alienta a todos los agentes privados a tomar posiciones en metálico y estos siguen el consejo. Junto con China, también previendo un retorno al patrón oro, Rusia y algunos de sus países satélites fundaron en el año 1996 una competencia para el sistema de Bretton Woods (FMI-Banco Mundial): la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS en español). Siempre publica informes sobre la depreciación constante del dólar, hoy usado mayormente como patrón y moneda de cambio en el comercio internacional.

En Bolivia, país con mucha influencia de las posiciones antiimperialistas y antinorteamericanas típicas de la izquierda, podría a lo menos plantear la discusión sobre la pregunta que se hacen los socios de la OCS: ¿qué es mejor para el mundo: seguir con el actual patrón dólar, o cambiarse al patrón oro?.

Bibliografía

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  • Hayek, F. (1994). Razón y Evolución. Derecho, Legislación y Libertad. Volumen I, Normas y Orden (Capítulo 1). Madrid, España: Unión Editorial.
  • Hayek, F. (1994). Cosmos y Taxis. Derecho, Legislación y Libertad. Volumen I, Normas y Orden (Capítulo 2). Madrid, España: Unión Editorial.
  • Hayek, F. (1976). Desnacionalizacion de la Moneda. 1980 ed. Buenos Aires: Fundacion Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
  • Hazzlit, Henry (1946). Economics in One Lesson. New York: The Foundation for Economic Education.
  • Huerta de Soto, Jesús (1998). Dinero, crédito bancario y ciclos económicos: Unión Editorial.
  • Kirzner, I. (1995). Extracto de Lecturas de Economía Política, vol. I (J. Huerta de Soto, Trad.), Madrid, España: Unión Editorial.
  • Kirzner, I. (1997). Entrepreneurial Discovery and the Competitive Market Process: An Austrian Approach. Journal of Economic Literature, 35(1), 60-85.
  • Kirzner, I. (1998). Competencia y Empresarialidad. Madrid: Unión Editorial.
  • Menger, K. (1985). Principios de Economía Política (Capítulos 1-3.). Barcelona: Ediciones Orbis.
  • Mises, L. V. (2001). La Acción Humana. Madrid: Unión Editorial.
  • Rothbard, Murray. 1962. Man, Economy, and State. A Treatise on Economics Principles. 1970 ed. Los Angeles: Nash Publishing.
  • Smith, A. (1983). La Riqueza de las Naciones, Libro I, Capítulos 1-9. Barcelona: Ediciones Orbis.


(*) Alberto Mansueti es abogado y politólogo. Es asesor permanente de la Dirección Nacional del Movimiento Liberal Libertario Resistencia Civil y Directivo del Autonomista Liberal y Zuliano Movimiento Rumbo Propio.

El presente surge del pasado


Por Elena Valero Narváez. (*)
Mayo de 2014.


En Argentina, durante diez años, el gobierno kirchnerista se ha dedicado a destruir las instituciones. Se ha dejado muy poco por hacer para lograrlo. Desde el avasallamiento del Congreso hasta la utilización de superpoderes para favorecer la corrupción en pos de conseguir la adhesión incondicional de políticos y jueces, aumentando de ese modo el poder hasta límites casi dictatoriales.

En la actualidad, estamos sintiendo en carne propia las consecuencias de esta política: alta inflación, enfermedad transmitida por el gobierno que está vaciando los bolsillos de los argentinos, comiéndoles el futuro, además de desprestigiarnos internacionalmente evitando la llegada del aire que podrían darnos las inversiones.

La esperanza de un futuro mejor es la carta que se juega nuestro país. Todos sabemos que solo puede llegar a través de nuestros representantes quienes están tratando de llegar al 2015 haciendo, con indolencia premeditada, algunos pocos deberes para que no nos alcance, antes de darle el bastón de mando al futuro presidente, la catástrofe. En 1990 fue el motivo del cambio. Nadie olvida la hiperinflación y el apoyo que se le dio al nuevo rumbo iniciado por el ex-presidente Menem, correcto al principio, antes de que el gasto público y otros errores le quitaran la confianza de la gente. Todos los aspirantes a la presidencia del próximo período, saben que ante la vista del precipicio "hay que hacer" pero la cosa es saber qué y como lograrlo.

Los historiadores sabemos que no hay mejor maestro que la historia. Observar las causas de los fracasos y de los éxitos ayuda a decidir mejor. Tenemos ejemplos de todos los colores para que, dejando de lado toda fanática ideología, con tolerancia y transacciones con la oposición y las democracias del mundo, reflejando los valores comunes, podamos ir levantando cabeza.

No solamente necesitaremos de quienes dirigen la política, sino que también todos deberíamos compartir la responsabilidad del desafío, participando de la vida política, social y cultural para transitar hacia un país donde se respeten la dignidad de las personas y la igualdad ante la ley, y que esté a salvo la libertad de los ciudadanos.

En materia de relaciones exteriores, tan ligada a la política interna, la base debería reflejar la interdependencia de la civilización mundial para no obstaculizar los vínculos con todos los países que colaboran en la democratización del mundo, defendiendo los principios que rigen la democracia liberal, congreso independiente, respeto por la Constitución y los derechos civiles además de tolerancia, sobre todo, por las minorías.

 Los jóvenes candidatos a presidente deberían ser optimistas a pesar de que el pasado kirchnerista nos ha llevado a la pérdida de fe en el hombre como ser racional. La esperanza reside en ampliar nuestra comprensión de la historia, en inculcar la fe en la democracia como método pacífico de llegar al poder, y en dejar de creer en posiciones deterministas que nos hacen esclavos del "destino". El pasado, afortunadamente, no determina el futuro, por lo cual tenemos varias alternativas, por supuesto, dentro de la difícil situación en la que nos hallamos.

Lo importante –espero que se dé esta vez– es no dar una respuesta utópica al desafío que se viene en el 2015. Por eso, revisar la historia nos sirve sabiendo que aunque es irrepetible, los hechos no son totalmente nuevos ya que el hombre ante situaciones semejantes tiende a actuar de manera similar.

Para dar respuestas válidas se necesitan hombres con fe en la razón y dejando el proselitismo populista basado siempre en promesas utópicas, para tomar el rumbo y las medidas que los problemas reales reclaman, siempre inculcando con la palabra, el ejemplo, la tolerancia, la decencia, y sobre todo, el respeto a los derechos individuales.

Ante los graves problemas que ya nos muestran la cara, lo peor sería que se creyera, como muchas veces en el pasado, que con solo regresar a la normalidad constitucional se puede evadir nuevamente la realidad y continuar con las políticas que la han olvidado y por ello nos han sumido, una vez más, en un rotundo fracaso, el cual está pesando sobre las espaldas de todos los argentinos.


(*) Elena Valero Narváez
Analista política, periodista e historiadora.

28 de septiembre de 2014

Presentación del libro "Mejores políticas públicas #Argentina" de Ricardo López Murphy


Rotundo éxito a sala llena. Mas de 100 personas concurrieron a escuchar a Ricardo Lopez Murphy el día 2 de octubre de 2014 en Mar del Plata. El evento fue organizado por el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad y EconomyGeeks. Contó con el auspicio de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, la Fundación Cívico Republicana y Barbarroja Ediciones. Contó además con las prestigiosas exposiciones de la economista Cecilia Rumi, el Dr. Nicolás Márquez y el Dr. Daniel Viglione.

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27 de septiembre de 2014

Roma, la primera víctima del populismo


Por Javier Milei. (*)
Mayo de 2014.


Los habitantes de la Roma antigua tenían un estándar de vida elevado. Aún hoy, los turistas siguen maravillándose de los templos, los baños, las calles y los acueductos que aquella antigua civilización había logrado construir. Alrededor del año 100 A. C., Roma tenía calles mejor pavimentadas, un mejor sistema de evacuación y abastecimiento del agua y mejor protección contra los incendios que las capitales de la Europa civilizada del 1800 (Mokyr).

Las explicaciones para el sorprendentemente elevado estándar de vida en el Alto Imperio no pueden basarse sobre ninguna tecnología espectacular de la época. Por lo contrario, el motivo de dichos logros se debe a que los mercados de bienes, la disponibilidad de mano de obra y los mercados de capitales se desarrollaron adecuadamente durante la Roma antigua, lo cual contribuyó a promover la especialización y la eficiencia. Esto es, las instituciones propias del mercado y un sistema de gobierno estable fueron los ingredientes básicos que produjeron este admirable resultado.

Así, al llegar el Imperio Romano a su cénit en el siglo II –bajo los Antonios, los emperadores "buenos"–, se había instaurado un avanzado régimen de división social del trabajo al amparo de un activo comercio interregional. Varios centros metropolitanos, un número considerable de ciudades y muchas aglomeraciones urbanas más pequeñas constituían núcleos de refinada civilización. Los habitantes de estas poblaciones eran abastecidos de alimentos y materias primas procedentes no ya de las comarcas agrícolas próximas, sino también de provincias lejanas. Algunos de estos suministros fluían en concepto de rentas, pero la porción más considerable provenía del intercambio de los productos manufacturados de los habitantes de la ciudad y los artículos ofrecidos por los miembros de la población rural. Se registraba además un comercio intensivo entre las distintas regiones del vasto imperio. Tanto la industria como la agricultura tendían a un nivel creciente de especialización. Las diversas partes del imperio no eran económicamente autárquicas sino que operaban de modo interdependiente.

En este contexto floreciente apareció por primera vez el populismo. El lema de los gobernantes en Roma era "panem et circenses" (pan y circo), premisas bajos las cuales el Estado garantizaba las conquistas sociales de los pobres (Huerta de Soto). El comercio de cereales y demás bienes considerados de primera necesidad se convirtieron en objeto de la intervención por parte de las autoridades del imperio. Se consideraba inmoral pedir por los artículos esenciales precios superiores a los que las gentes estimaban normales. Las autoridades intervenían enérgicamente para cortar lo que consideraban abusos de los especuladores. La escasez fue atacada mediante la implementación de la annona (nacionalización del comercio de granos), la cual fracasó de manera rotunda empeorando aún más las cosas. Los cereales escaseaban en las aglomeraciones urbanas y los agricultores, por su parte, se quejaban de que el cultivo no era rentable a los precios fijados. La creciente interferencia de las autoridades impedía que se equilibrara la oferta con una siempre creciente demanda.

El desastre final sobrevino cuando, ante los disturbios sociales de los siglos III y IV, los emperadores decidieron financiar el déficit del Estado degradando la calidad de la moneda. Tales prácticas inflacionarias, unidas a controles de precios, definitivamente paralizaron la producción y el comercio, desintegrando toda la organización económica. Para no morir de hambre, la gente huía de las ciudades; retornaban al agro, dedicándose al cultivo de cereales, olivos, vides y otros productos, pero sólo para el propio consumo. Paso a paso, la agricultura en gran escala resultaba cada vez menos racional dados los exiguos precios. A su vez, como los propietarios rurales no podían vender en las ciudades, los artesanos urbanos perdieron también su clientela. Al final, el terrateniente abandonó la explotación en gran escala y se convirtió en mero receptor de rentas abonadas por arrendatarios y aparceros. Los latifundios fueron haciéndose cada vez más autárquicos. La actividad económica de las grandes urbes, el comercio mercantil y el desenvolvimiento de la manufacturas ciudadanas se redujo de modo notable. El progreso de la división del trabajo se derrumbó, tanto en Italia como en las provincias del imperio. La economía de la antigua civilización (que había alcanzado tan alto nivel) retrocedió a un status que hoy denominaríamos feudal, el cual se volvió a recuperar entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

En función de ello cabe preguntarnos qué hubiera pasado con el desarrollo de la humanidad si el Imperio Romano no hubiese caído, entre otras cosas, en las garras del populismo. Para construir este contrafáctico resulta clave el punto donde se corta la serie romana y el empalme en torno a la Edad Moderna. Para ello trabajaremos con el modelo de crecimiento unificado de Oded Galor, quien combina en un modelo los resultados malthusianos con el crecimiento endógeno basado en la acumulación de capital humano y la transición demográfica. Respecto al primer corte, el mismo estaría dado en el año 350 D. C., momento en que se produjo la decantación del sistema de políticas populistas combinadas con controles de precios ligadas al Edicto de Diocleciano (301 D. C.). Por otra parte, en cuanto al empalme, el mismo tendría lugar en el año 1450 D. C., cuando se estima que Gutenberg habría creado la imprenta. De hecho, algunos historiadores han sostenido que la libre difusión de la investigación científica y la ilustración fueron importantes precursores de la Revolución Industrial (David, 1998, 2004; Mokyr, 2002). Esto es, el camino hacia la industrialización habría sido sumamente más difícil de no haber existido la imprenta.

Por lo tanto, en función de dicha hipótesis, el mundo habría alcanzado el mismo PIB per cápita que el del año 2000 D. C. en el año 903 D. C. A su vez, en el año 936 D. C. se hubieran superado los 6.000 millones de habitantes y los 11.000 millones que se esperan para el 2100 D. C. se habrían alcanzado en el año 1038 D. C. En la misma línea, el hombre habría llegado a la Luna en el intervalo de tiempo que va desde el año 879 D. C. (por criterio PIB per cápita) al año 903 D. C. (criterio poblacional). Es más: si a partir del año 901 D. C. (momento en que se agotan los años de empalme) se supone que el PIB por habitante replicaría el crecimiento del siglo XX del 1,6% (pese a que hoy supera el 3%), el nivel de dicha variable en la actualidad sería 32,65 millones mayor que el actual, al tiempo que la población se habría multiplicado por 33,84 veces.

Naturalmente Ud., al igual que Kenneth Boulding, podría sostener que "todo aquel que crea que el crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente en un planeta finito está loco o es economista". Por otra parte, podría darle crédito a la hipótesis de la singularidad (piense en las recientes hamburguesas generadas desde células madres de una vaca que se han impreso en un laboratorio con sabor similar a las convencionales). Sin embargo, más allá de todo esto, lo que debería quedar en claro es que la implementación del sistema populista no solo extendió la miseria del pueblo romano en aquel entonces, sino que además hundió al bienestar del mundo en una brutal oscuridad de la cual costó 1.100 años salir de ella.


(*) Javier Milei es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.

Milton Friedman, el destructor de falacias


Por Javier Milei. (*)
Julio de 2014.


Hace 102 años, un día como hoy, nacía Milton Friedman en Brooklyn. Un individuo cuyo trabajo en el campo científico y en la promoción de las ideas de la libertad ha sido inconmensurable. Los desarrollos teóricos de quien fuera el líder de la Escuela de Chicago son relevantes, y por sobre todas las cosas, actuales.

Poniendo sus contribuciones en contexto, el Padre del Monetarismo (aunque no le gustaba el término) tuvo que convertirse en un revolucionario de la economía porque lo hizo después de la Gran Contracción de 1929-1933, donde el análisis económico basado en el libre funcionamiento del mercado, para la mente de muchas personas, dejaba que desear, al tiempo que la publicación de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes (publicada en 1936) ofrecía el "sustento teórico" que alimentaba las fantasías mesiánicas de los políticos derrochadores.

Previo a la obra del británico de Cambridge, la macroeconomía dominante se sustentaba en la base del esquema ahorro-inversión inspirado por el sueco Johan Gustaf Knut Wicksell. La idea básica era muy simple: Las decisiones de ahorro (postergar consumo presente a cambio de un mayor consumo futuro) e inversión (mayor producción futura) eran coordinadas por la tasa de interés. A su vez, en el mercado de dinero se determina el nivel de precios. Por último, frente a un mercado laboral plenamente flexible (en lo institucional y en lo funcional), el salario real sería consistente con el nivel de pleno empleo. Así, cuando la tasa de interés no se hallaba en su valor de equilibrio, esto impactaría en el nivel general de precios. Cuando la tasa está debajo del nivel de equilibrio habrá un exceso de demanda de bienes, cuya contrapartida será un exceso de oferta de dinero que impulsará una suba de precios (preocupación de la Escuelas Austríaca –Mises y Hayek– y la Escuela Sueca –Cassel, Lindahl, Ohlin y Myrdal–). Para el caso contrario estaríamos frente a la deflación (motivación de los ingleses Hawtrey, Robertson y Keynes; 1930).

La destrucción keynesiana se basó en cuatro pilares:
  1. El consumo se presentó como una función dependiente del ingreso corriente, convirtiendo al ahorro en un mero residuo.
  2. La inversión era regida por el humor de los empresarios (animal spirits) sin vínculo alguno con la tasa de interés.
  3. A esto le sumaba una mala interpretación de la Ley de Say, que junto el supuesto de precios y salarios fijos daba lugar al milagroso ajuste de cantidades, y a la grotesca caricatura del multiplicador, permitía determinar el ingreso en el mercado de bienes.
  4. Finalmente, la estructura cerraba con la trampa de la liquidez, donde todo lo que ocurriera con el ingreso, los precios y la oferta de dinero sería absorbido plenamente por la demanda de dinero (por lo que dicha variable se volvía altamente inestable).
En este marco, la política monetaria era totalmente inefectiva y la política fiscal resultaba plenamente poderosa. Los políticos felices. Keynes mucho más. Y sus discípulos presentes, Krugman y Stiglitz muchísimo más que agradecidos por el buen momento. Las libertades individuales acorraladas contra la pared por el creciente accionar del Estado.

Dado el rol que jugaba la función de consumo (propensión marginal a consumir) en el modelo keynesiano y sus implicancias sobre el multiplicador, sumado a sus pobres resultados empíricos (Kuznets), Milton Friedman escribe La teoría de la función de consumo, en la que presenta la hipótesis del ingreso permanente. Dicho concepto representa lo que un individuo espera que sea su ingreso a lo largo de toda su vida y lo que estaría reflejando, traído a valor presente, es su riqueza. Entonces el individuo toma este ingreso permanente para decidir qué es lo que consumirá. A su vez, el ingreso transitorio es la diferencia entre el ingreso corriente y el ingreso permanente, y es lo que el individuo ahorra. Cuando el ingreso transitorio es positivo la gente ahorra; cuando el ingreso transitorio es negativo, la gente des-ahorra. De este modo, los cambios en el consumo ante cambios en el ingreso corriente son insignificantes (la propensión marginal al consumo se reduce) y el multiplicador se desvanece. Friedman: 1 – Keynesianos: 0.

Al tiempo que la evidencia empírica le daba la espalda a la función de consumo keynesiana, en los Estados Unidos se había comenzado a acelerar la tasa de inflación. Ante dicha situación, los precios fijos del sistema ideado por Keynes no brindaban solución. Para dar respuesta a ello, el gigante de Chicago decide recuperar la Teoría cuantitativa del dinero de Hume y Fisher. En ese proceso se acerca a la visión de los teóricos de Cambridge y la interpreta como una función de demanda de dinero. La función en cuestión tenía como argumentos al ingreso permanente, una división entre riqueza humana y no humana y los retornos esperados del dinero y una serie de otros activos financieros que trabajaran como sustitutos. Una vez cerrada la estructura teórica procede al testeo empírico. La función (y por ende la velocidad) es estable, lo cual implica que los incrementos en la cantidad de dinero en el largo plazo (momento en el cual todos los ajustes toman lugar y la economía se halla en pleno empleo) se traducen en mayores precios. Así, no sólo explicaba la creciente inflación, sino que probaba la falsedad de la trampa de la liquidez, al tiempo que la política monetaria ganaba poder. Friedman: 2 – Keynesianos: 0.

El tercer gran hito en la vida académica de Milton Friedman viene dado por la publicación del libro La historia monetaria de los Estados Unidos (1867-1960), el cual fue escrito junto a Anna Jacobson Schwartz, una alumna cuya tesis él tutoreó y que asistió a la Universidad de Columbia. Esta obra no solo es uno de los documentos más influyentes en el campo de la teoría monetaria, sino que a la luz del debate con los keynesianos, puesto en términos futbolísticos, el capítulo 7 que trata sobre La gran contracción de 1929-1933 es una paliza equivalente a la que le propinó Alemania a Brasil en el Mundial 2014. En dicho capítulo no solo se prueba la potencia de la política monetaria, sino que además pulveriza la idea de los precios fijos (rígidos a la baja) y desnuda el problema (confusión) keynesiano de la ilusión nominal en la determinación de la inversión. Esto es, la tasa de interés nominal podía ser nula, pero dada la deflación la tasa real era enorme. De esta manera quedaba demostrado que tanto las rigideces de precios y salarios a la baja, como la peregrina idea de los empresarios guiados por los "espíritus animales" carecían de sustento empírico. Friedman: 3 – keynesianos: 0.

Mientras que esto tomaba lugar y frente a la creciente tasa de inflación, los keynesianos seguían buscando una ecuación que les permitiera explicar el continuo aumento de precios sin defraudar a los políticos. En esa búsqueda desesperada, la relación entre variación de salarios y la tasa de desempleo encontrada por William Phillips (1958), la transformación de la misma en términos de inflación y desempleo de Richard Lipsey (1960) y la "validación empírica" de Samuelson y Solow (1960) parecía venir al rescate de Keynes y sus discípulos. Dicha curva brindaba una solución a los problemas de desempleo a cambio de resignarse a una mayor inflación. Esto es, existía una relación inversa entre inflación y desempleo de largo plazo, la cual no solo que era estable, sino que además implicaba que el dinero no era neutral. Sin embargo, Milton Friedman sospechaba que dicha relación fuera estable. Su trabajo sobre dinero e inflación daba cuenta de la neutralidad del dinero a largo plazo. En función de ello, y especialmente en base a la evidencia empírica, construyó la hipótesis de la tasa natural de desempleo. Si bien tomaba de inicio la Curva de Phillips, a esta le sumaba las expectativas (adaptativas) de inflación. De esta manera, un aumento en la tasa de crecimiento en la cantidad de dinero generaba una mayor tasa de inflación, cuya contrapartida era una reducción en la tasa de desempleo. Sin embargo, dicho resultado surgía de los errores de pronóstico de los agentes. Por lo tanto, una vez que los agentes incorporaban la información, el desempleo volvía a su tasa natural, aunque la tasa de inflación no bajaba. Friedman: 4 – Keynesianos: 0.

Milton Friedman nos dejó en 2006. Su vida académica estuvo signada por desenmascarar el fraude intelectual instrumentado por John Maynard Keynes y sus seguidores, quienes dedicaron su vida al culto de la religión del Estado. Sin embargo, pese a los abrumadores resultados, durante la última gran crisis las ideas del inglés retomaron impulso. Afortunadamente para el bienestar de la humanidad, Benjamin Shalom Bernanke, desde la Reservas Federal e inspirado por el capítulo 7 de La historia monetaria de los Estados Unidos aportó la constrastación empírica que puso cifras definitivas al debate. Friedman (post mortem): 5 – Keynesianos: 0.


(*) Javier Milei es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.

Los riesgos de la economía planificada

Por Javier Milei. (*)
Agosto de 2014.


El continuo deterioro del resultado fiscal y la falta de financiamiento externo, sumado a la falta de voluntad del Gobierno por poner bajo control el crecimiento del gasto público, nos pone de cara a la última parte del año frente a un importante aumento de la oferta monetaria, en un contexto en el que la demanda de dinero se viene desmoronando. Ante la presente situación, la válvula de escape es un aumento de la tasa de inflación, lo cual conllevará a mayor presión en los distintos segmentos del mercado cambiario y/o en el nivel de reservas si se busca anclar los precios vía la fijación del tipo de cambio (o devaluando a menos que la inflación).

Frente a este escenario, el Gobierno avanzará sobre el BCRA de modo tal que no haya freno a la emisión monetaria por la fuente fiscal y se "perfeccionen" los controles cambiarios para que en la medida de lo posible no se escape un solo dólar de las reservas. Al mismo tiempo, para evitar que la trayectoria del nivel general de precios se desboque, se avanza en una profundización de la Ley de Abastecimiento, la cual se complementa con la Ley de Antiterrorismo, de modo tal que ante un exceso de demanda en el mercado de bienes, los agentes se vean obligados a realizar un ajuste de cantidades en la dirección deseada por el Gobierno: mayor producción.

Así, el artículo 2º del proyecto de reforma de la Ley de Abastecimiento dice:

  1. Establecer para cualquier etapa del proceso económico márgenes de utilidad, precios de referencia, niveles máximos y mínimos de precios o todas o algunas de estas.
  2. Dictar normas que rijan la comercialización, intermediación, distribución y/o producción.
  3. Disponer la continuidad en la producción, industrialización, comercialización, transporte, distribución o prestación de servicios, como así también en la fabricación de determinados productos dentro de niveles o cuotas mínimas que estableciere la autoridad de aplicación.
  4. Requerir toda documentación relativa al giro comercial de la empresa o agente económico y obligar a la publicación de los precios de bienes o servicios producidos y prestados, como así también su disponibilidad de venta.

En definitiva, el proyecto se arroga la potestad de fijar precios y cantidades en cada uno de los tramos de la actividad económica, lo cual nos estaría llevando hacia un experimento de planificación centralizada socialista (sistema de agresión/coacción institucionalizada que impide el libre accionar de los seres humanos).

El problema central radica en que, desde la óptica del proceso social, el socialismo es un error intelectual, pues no cabe concebir que el órgano director encargado de intervenir mediante mandatos pueda hacerse con la información que es necesaria para coordinar la sociedad. La base para dicha afirmación se sustenta en cuatro argumentos, donde dos de ellos podrían definirse a los fines didácticos como estáticos y los otros dos como dinámicos.

El primero de los argumentos estáticos está vinculado a la cuestión del volumen de información. Esto es, resulta imposible que el órgano de intervención asimile conscientemente el enorme volumen de información práctica diseminada en las mentes de los seres humanos. Por otra parte, en cuanto al segundo de los argumentos, el mismo parte del hecho de que cada uno de los seres humanos posee información práctica de carácter privativo, la cual no solo se encuentra dispersa en su mayor parte, sino que además, dicho conocimiento es de naturaleza tácita y por lo tanto no articulable ni transferible (know how). Esto es, no se trata tan sólo de que el volumen agregado de información práctica sentida y manejada de forma dispersa por todos los seres humanos a nivel individual sea de tal magnitud que no quepa concebir su consciente adquisición por parte del órgano director, sino que además, dicho conocimiento por ser tácito y no articulable, este no puede ser formalizado ni explícitamente transmitido al planificador central.

Por otra parte, desde el punto de vista dinámico, el constante actuar de los seres humanos hace que continuamente se esté creando y descubriendo nueva información. Por ende, difícilmente se podrá transmitir al órgano director la información o conocimiento que aún no se ha creado, el cual va surgiendo como resultado del propio proceso social en la medida en que éste no se vea agredido. Así, conforme pasa el tiempo, mientras los seres humanos interactúan con sus pares van dándose cuenta de nuevas oportunidades de ganancia que tratan de aprovechar. Como consecuencia de ello, la información que tiene cada uno de ellos va modificándose de manera continua. Por ende, dicha información no podrá transmitirse por tratarse de una información que aún no se ha descubierto o creado por los propios actores y que sólo surge como resultado del libre proceso de interacción humana.

Finalmente, el segundo argumento dinámico señala que, en la medida en que la coacción socialista se ejerza de forma más efectiva, imposibilitará la libre persecución de fines individuales, por lo que éstos no actuarán como incentivo y no podrá descubrirse o generarse la información práctica necesaria para coordinar la sociedad. Así, el órgano de planificación central se encuentra ante un dilema insalvable: si decide intervenir coactivamente en el proceso, destruye la capacidad creadora de información (la cual la necesita para actuar), y si no interviene, tampoco obtiene información alguna. Por lo tanto, este conjunto de argumentos dejan de manifiesto la imposibilidad práctica de alcanzar un resultado razonable por parte del órgano de planificación central.

Asimismo, existe una imposibilidad desde el punto de vista del órgano de planificación central. Aún cuando asumiéramos que dicho órgano estuviera dotado de la máxima capacidad técnica e intelectual, experiencia y sabiduría, así como de las mejores intenciones que humanamente quepa concebir, lo que no resulta posible de admitir es que dicho órgano esté dotado de capacidades sobrehumanas (omnisciencia). Es decir, que sea capaz de asimilar, conocer e interpretar simultáneamente toda la información diseminada y privativa que se encuentra dispersa en la mente de todos los seres humanos que actúan en la sociedad y que se va generando y creando continuamente por éstos tanto para el presente como para el futuro. La realidad es que el órgano de planificación en su mayor parte desconoce esta información, por lo cual, todos los experimentos socialistas se han caracterizado por los siguientes resultados:

  1. Fuerte descoordinación económica y desorden social.
  2. Información errónea y comportamiento irresponsable.
  3. Altas dosis de corrupción.
  4. Surgimiento de la economía oculta.
  5. Retraso tecnológico, económico y cultural.
  6. Al mismo tiempo se prostituyen los conceptos tradicionales de ley y justicia, lo cual lleva a la perversión moral del sistema. La experiencia de la ex Unión Soviética, los países de Europa del Este, Corea del Norte, Cuba y sin ir más lejos la República Bolivariana de Venezuela dan cuenta de ello.

Por lo tanto, como señalara Milton Friedman, las políticas de controles de precios son dañinas porque no sólo pospone en el tiempo las medidas efectivas para controlar la inflación, desorganiza la producción y la distribución, sino que además crean una fuerte división social y fomentan la puesta en marcha de restricciones que amenazan a la libertad política de los individuos. Tales medidas incuban en el público la falta de respeto por “la ley” y hacen que los funcionarios se sientan propensos a emplear poderes extralegales poniendo en jaque los propios cimientos de la libertad.


(*) Javier Milei es economista y coordinador de la Mesa de Economía de la Fundación Acordar.

26 de septiembre de 2014

Desempleo en 1995 - Causas y soluciones

Interpelación al ministro de economía Domingo Cavallo y al ministro de trabajo Armando Caro Figueroa sobre políticas de empleo.

21ª reunión del 20 de julio de 1995.


Fragmento del discurso en la cámara de diputados del Ing. Alvaro C. Alsogaray:

"Señor presidente, señores diputados, señores ministros, el debate del día de hoy tiene una importancia excepcional porque se está discutiendo la válidez de la política económica en curso.

A raíz del estado público que tomó el episodio del índice de desocupación, se ha planteado el problema de determinar si dicho índice se debe a la actual política económica o alguna otra causa. Esto tiene mucha importancia por las consecuencias que derivan de ello (...) Nuestra posición en esta materia es completamente clara e irrefutable. La recesión y el desempleo actuales se deben a 40 años de errores en las políticas económicas que culminaron con la hiperinflación de junio y julio de 1989. Fueron 40 años de errores en la política económica signados por la omnipresencia del Estado y todas las prácticas de tipo socialista que se emplearon. La actual política económica está resolviendo este problema. Hoy estamos saliendo de las profundidades en las que habíamos caído en junio y julio de 1989 para tener un futuro promisorio en la Argentina, de manera tal que nuestra conclusión en este sentido es que la actual política económica no es responsable del índice, como se pretende hacer ver, y que otras son las causas que la determinan.

Planteadas así las cosas, en realidad se trata de un tema en el que la ideología tiene mucho que ver. Es una discusión ideológica. Alguna vez tendremos que definirnos respecto de si en el fondo somos socialistas o liberales, o sin ser tan terminantes, si deseamos implementar políticas de tipo socialista que consisten en dirigismo, el estatismo, los controles y la inflación , o seguir la política de la economía de mercado.

Por supuesto que para tomar esa decisión hay que estudiar un poco estos temas y no divagar sobre ellos. Es necesario saber qué es el liberalismo, porque aquí se habla del liberalismo, del neoliberalismo y del neoconservadorismo, y lo único que hay detrás de esas expresiones es una actitud antiliberal y una gran ignorancia. Hay gente a la que le repugna presentarse como liberal. Ser liberal significa defender las libertades en todos los campos de la actividad humana, incluso en lo económico, que es lo que jamás comprenden los socialistas (...) En la Argentina, la desocupación se debe a la transición fundamental que se ha producido entre la economía dirigida, controlada, estatizante e inflacionaria que perduró en el país durante más de cuarenta años, y la economía de mercado con estabilidad monetaria (...) Las causas residen en que durante esos más de cuarenta años se establecieron proteccionismos excesivos, subsidios, prebendas y privilegios a una serie de actividades, y por lo tanto a los empleos así generados, con la salvedad de que para crear dichas actividades y empleos había que otorgar ese tipo de ventajas especiales. ¿Cómo se financiaba todo esto? Hasta donde se podía, con endeudamiento, y posteriormente con emisión de moneda.

Esto sería muy agradable si pudiera funcionar indefinidamente, porque ¿qué problema económico existiría? Se pondrían a trabajar las máquinas del Banco Central aceleradamente durante todos los días, incluso sábados y domingos, y los miles de billetes que se produjeran se entregarían a los empresarios para que instalen fábricas y den empleos. Aparte de esta ironía, cabe señalar que algo parecido se intentó durante muchos años. Tal vez no se dijo abiertamente que lo mejor era llegar a una inflación alta, pero se propuso algo de inflación como un signo bueno para estimular a las industrias y el empleo.

Sin embargo, el procedimiento falla porque para producir esa mejora del empleo y también de la actividad de las empresas es necesario acelerar la emisión monetaria. Un país que crea moneda de un modo permanente se ve obligado a acelerar al ritmo de la emisión. Sucede como con la droga, que al principio produce un estado de euforia o bienestar, pero para lograr ese mismo estado se necesita aumentar la dosis. La droga inflacionaria aumentó en la Argentina y hemos vivido más de cuatro décadas con inflación (...) y llegamos a la hiperinflación en junio y julio del 1989 (...) Pero a la hiperinflación había que controlarla, y para detenerla había que sacar la causa que la producía: la emisión de moneda (...) Lo que vivimos ahora es la fase descendente de un ciclo completamente lógico y explicable que proviene del hecho de que está en liquidación un sistema que para mal de los argentinos duró cuarenta años. Para salir de esta situación hay que tomar una serie de medidas (...)"

Como se puede ver, este discurso del ingeniero Alsogaray fue bastante largo. Lo triste es que pasamos el momento crítico e hicimos los sacrificios para poder cambiar hacia el libre mercado, sistema imperante en el mundo civilizado que ha mejorado la calidad de vida de todos los habitantes de esos países. Pero no fuimos capaces de sostener el esfuerzo el tiempo suficiente como para que el sacrifico realizado nos llevara al éxito. Fuimos como niños que escupimos el jarabe que nos curaría la tos y ahora estamos otra vez enfermos, todavía no tan graves como en 1989, pero vamos mal.

Paquete de medidas propuestas al Congreso por el ingeniero Alsogaray

  1. Restablecer la confianza, y para ello no hay receta fija. Forma parte del arte de gobernar. Como diría Luis Einaudi, del arte del buen gobierno. Si no se restaura la confianza todo el proceso de recuperación va a ser muy difícil llevar a cabo.
  2. Asegurar la continuidad jurídica e impositiva y desregular el mercado de trabajo. No es que no tengamos un cierto nivel de seguridad jurídica e impositiva, pero todavía hay demasiados cambios impuestos por las emergencias. Hay que terminar con todo eso, porque lo que necesita el sistema empresarial es conocer el horizonte futuro de por lo menos 10 o 15 años. De esa manera invierte, de otra manera retacea las inversiones. Se está en el buen camino pero hay que asegurarlo.
  3. Consolidar y profundizar la actual política de libertad económica de mercado con estabilidad monetaria, corrigiendo algunos errores. Es necesario reafirmar los principios de la Ley de Convertibilidad con algunos puntos a discutir que no quiero plantear todavía ante la opinión pública. Esto define claramente cuál es nuestra posición frente a este tema. Los que están del otro lado dicen que hay que cambiar la política económica pero no dicen qué política implementarían. Sin embargo sostienen que hay que cambiarse y removerse la odiada política actual. Nosotros opinamos al revés: debemos consolidar, profundizar y llevar adelante esta política con gran interés, vocación y entusiasmo porque esta es la solución de los problemas del país.
  4. Mantener a toda costa el equilibrio presupuestario y fiscal reduciendo el gasto público y los impuestos por lo menos en 5.000 millones de pesos. Hay que evitar la emisión espuria de dinero y la expansión inflacionaria del crédito. Esta cifra no es caprichosa. En los tres últimos presupuestos votamos en contra del proyecto a pesar de reconocer que fueron presentados a tiempo y con toda la información necesaria, pero creíamos que había que bajar el gasto y los impuestos en 5.000 millones de pesos. Lo que ahoga al país no es solo el déficit de presupuesto; es que el límite de la exacción que hay es demasiado alto, y eso priva al sector productivo de recursos que están mal empleados por parte del Estado.
  5. Reformar el sistema bancario y financiero a través del mercado con vistas a impulsar la modernización, el verdadero crédito y la caída de las tasas de interés. Quiero señalar que es posible expandir el crédito para atender los requerimientos de una mayor actividad económica orientada especialmente hacia la exportación y sin efectos inflacionarios, con la condición de que funcionen todas las demás medidas señaladas. La idea de que la economía de mercado, sobre todo la economía liberal de mercado, es una economía restrictiva que puede quedar sin financiar y sin crédito es totalmente errada. No hay problemas para hacer esto que estoy diciendo.
  6. Bajar el costo de los bienes y servicios no transables y el costo laboral. Al hablar de costo laboral no me estoy refiriendo a los salarios sino a las sobrecargas que pesan sobre ellos.
  7. Establecer una compensación transitoria por desempleo, a la que no llamamos "seguro de desempleo" porque el seguro trae problemas de otra clase. En 1978, analizando lo que en aquel momento parecía una ilusión en cuanto a pasar de una economía socialista a una liberal, llegamos a la conclusión obvia de que había que parar la emisión monetaria. Ese saneamiento levaría a desarrollar nuevas actividades para absorber a los desocupados que quedarían al parar la emisión. Pero eso no se realiza instantáneamente, se requiere de un cierto tiempo. Están surgiendo todos los días fábricas y actividades nuevas pero hay un bache de desocupación que no se puede evitar. Para cubrir ese bache será esa compensación transitoria.
  8. Estas medidas deben tomarse todas juntas (...) Creo que no es errado concluir que si estas medidas se hubieran aplicado en tiempo y forma las cosas estarían bastante mejor.

Fuente: Alsogaray: Discursos como diputado y convencional 1983-1998. Buenos Aires, octubre de 1999.


El ingeniero Alsogaray no era simpatizante de sostener la convertibilidad a lo largo del tiempo, sin embargo esta no podía quitarse hasta completar el saneamiento de las cuentas el achique del gasto y la reinserción laboral. El subsidio por desempleo se creó con validez por un año, que era el tiempo que se le otorgaba a cada persona para conseguirse un nuevo empleo. Las sobrecargas laborales no se disminuyeron y el gasto público no solo no se redujo, sino que a partir de la salida de Cavallo del ministerio de economía en 1996, ese gasto se aumentó, además de que se permitió a las provincias contraer deuda con garantía del BCRA, lo cual nos llevó directo a la crisis del 2000 y 2001. Cabe destacar que solo dos provincias no se endeudaron: San Luis (la más industrializada) y Santa Cruz (la más petrolera).

–Claudia Bonzo
Ama de casa
Liberal

25 de septiembre de 2014

Especulación y especuladores

Por Luis Salmain. (*)


Realmente resulta hartante la discusión, tipificación y argumentaciones que se hacen alrededor del tema de la especulación y de los supuestos villanos que la ejercen, los especuladores.

En general, en forma simple alguien intentó definir la diferencia entre inversor y especulador de la siguiente manera: Inversor sería el que invierte el 100% de un capital para obtener un 10%, mientras el especulador invierte un 10% de su capital para obtener el 100% sobre lo invertido. Vemos que esa definición simplista deja claro que nada tiene que ver en la calificación ética de una persona su posición respecto de cómo coloca sus ahorros. Esa decisión la toma ejerciendo su derecho de propiedad, participando con fondos ganados y ahorrados genuinamente, asumiendo los riesgos que quiere voluntariamente asumir en un mercado libre.

En todos los mercados desarrollados se considera a la especulación como un aporte positivo al funcionamiento de esos mercados. Esto es así en los mercados más grandes del planeta, por ejemplo los de bonos y los de commodities. En estos últimos son los intervinientes como especuladores los que hacen mercado para que los productores se cubran en sus operaciones a futuro. Es decir, lo productores que intervienen en un mercado, como el de contrato de futuros, lo hacen para transferir riesgos que asumen los especuladores a cambio de la expectativa de una ganancia. Sin la participación de los especuladores podríamos arriesgar que algunos mercados no existirían.

Yendo ahora al tema de actualidad, ¿cuál sería la diferencia entre una persona que compra una acción de una compañía con dificultades en una bolsa a muy bajo precio, y otra que compra de la misma compañía emisora un bono con un renta fija, también a un precio bajísimo? ¿Se trata el primero de un inversor y el segundo de un especulador? Cuando la compañía tenga que afrontar el pago de su obligación con interés fijo, ¿se opondrá al pago aduciendo que quien reclama compró a un muy bajo precio? ¿La misma actitud reticente tendrá frente al accionista que espera recibir dividendos? ¿No se da cuenta ese emisor (que lo único que demuestra es que es un mal pagador) que el bono fue comprado en el mercado y no a él, y que el ridículo precio que recibió el vendedor se debe a su desgraciada gestión de mal pagador? ¿No se da cuenta ese emisor que lo que espera el comprador es que se respeten las condiciones de emisión? El emisor recibió el total del capital suscripto en oportunidad de la emisión; no debe importarle cuánto pagó el actual tenedor del bono que le reclama el pago. En todo caso, si considera que se desprendió del bono por un precio ridículo, acusando de "buitre" al comprador, es porque él no ofreció una mejor alternativa convirtiéndose así, bajo su óptica, en alguien más despreciable que el llamado "buitre".

El hipotético inversor en la acción devaluada está corriendo el riesgo de que la compañía no genere utilidades, y por lo tanto, que no pague dividendos; y el segundo corre el riesgo de que la compañía no honre el pago de los intereses a que los se comprometió, o no pague el capital al vencimiento.

¿Es tan difícil de ver que en ambos casos los compradores invierten, arriesgan, o como quiera llamarse, su ahorro? Al decir "arriesgan" se entiende que asumen una cuota de riesgo. En un mercado libre hay vendedores deseosos de desprenderse de su participación a un determinado precio. Si ambas partes se ponen de acuerdo y se concreta la transacción es porque el vendedor prefiere ingresar de inmediato un monto cierto y no esperar a recibir un monto mayor, incierto, en el futuro. El comprador también concreta al precio que considera que la utilidad esperada compensa el riesgo de la operación.

Esto que es tan simple que a nivel académico fue aclarado, estudiado y difundido por los economistas que revitalizaron la teoría subjetiva del valor y el concepto de utilidad marginal, iniciadores de la Escuela Austríaca de Economía.

La lamentable realidad en relación a este tema es la siguiente:
  • El gobierno actual tiene una posición insostenible desde lo razonable, tratando de justificar su deseo de no pagar, chicanear, etc.
  • Utiliza como argumento el cuestionar la validez del derecho que tienen los acreedores.
  • Finca la validez de ese derecho de los acreedores en el valor al que se compraron los títulos en el mercado, aplicable a los que compraron sus tenencias a los suscriptores originales.
  • No se entiende cuál es el argumento para cuestionar a los compradores originales que no entraron en el canje.
A todos ("buitres" y los que no entraron en el canje) se los considera apátridas, traidores, usureros, etc., cuando el problema se origina en que se estafó a los inversores y se pretende seguir esa posición. Nadie estaría calificando a los ahorristas originales o secundarios si el deudor pagara lo que se comprometió a pagar.

Se tiene la ridícula y presuntuosa pretensión de cuestionar el sistema judicial, financiero y económico internacional cuando no solo hemos perdido peso a nivel global sino que estamos evidenciando una lamentable decadencia interna, tanto en lo económico como en lo jurídico.


(*) Luis Salmain es contador público (UBA) y asesor de inversiones. Fue gerente financiero del Banco Roberts. Autor de "Nuestros gobiernos" (Lumiere, 2002). Twitter: @lesalmain.

El plano, Chapeaurouge y la ¿diagonal? Juan B. Justo

Placa con el Trazado Fundacional de Mar del Plata.
Para información de los que no sabían y confirmación de los que si sabían, Juan B. Justo es el límite sur del famoso lote XIII que Patricio Peralta Ramos determinó para la fundación de su soñada Mar del Plata.

El por qué de esta inclinación es mucho más antiguo. Si se toman el trabajo de mirar un mapa político de la provincia de Buenos Aires, notarán que todos los partidos que la constuituyen tienen límites (al menos parcialmente) paralelos a líneas imaginarias de sureste a noroeste que dibujan simpáticas franjas en todo el territorio provincial. Esto se debe a que Don Juan de Garay, después de la fundación que hiciera de la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de los Buenos Aires en 1580, en virtud de las potestades conferidas por Su Majestad el Rey, repartió entre sus capitanes estas tierras de acuerdo a dicho trazado.

El 10 de febrero de 1874, el Superior Gobierno de la Provincia de Buenos Aires finalmente aprobó el pedido de la formación de un pueblo, no con el pretendido nombre de Mar de Plata sino con el del partido (Balcarce) del cual sería cabecera.

A este fin, el 23 de febrero del mismo año se comisionó en un novato ingeniero y agrimensor llamado Carlos de Chapeaurouge (1846-1922) la tarea de mensurar y amojonar dicho pueblo. El joven arribó a estas latitudes el 12 de marzo siguiente, siendo recibido por un panorama desolador: un saladero derruido, una decena de casuchas precarias ubicadas sin orden ni método a la buena de Dios, y una iglesia a la cual el soñador que quiso que acá hubiera un pueblo dedicó a Santa Cecilia al solo efecto que su amada recientemente fallecida perdurara en la memoira de los lugareños.

El primer puerto de Mar del Plata, en lo que hoy es Punta Iglesia.
Chapeuarouge, empezó a trabajar sorteando los distintos obstáculos que el irregular terreno le proponía, informando al Departamento Topológico de la Provincia de Buenos Aires lo siguiente: "Para determinar la traza y arrumbamiento que iba a observar, debo hacer presente que hallé en aquella localidad un gran número de casas construidas más o menos en línea y principalmente una iglesia construida con piedra y cal, bien revocada y con su correspondiente torre formando asi un monumento muy importante. Asi pues, para no utilizar este monumento, como existen muy pocos de ellos en los nuevos pueblos de campaña, se resolvió tomar el rumbo de su frente para el arrumbamiento general. Del ensayo que hice de este rumbo resultó que se obtenían los siguientes beneficios: dejar bien situada la iglesia, abrazar con el área determinada para pueblo las dos lomas que forman el resguardo y adorno del local llamado "Puerto", dar a las calles una dirección que las proteja de los fuertes vientos del sudoeste casi siempre reinantes, y finalmente traer una dirección perpendicular a la costa del océano, contribuyendo de este modo a la mejor vista y circulación del Puerto". En esos años el puerto se encontraba en la desembocadura del arroyo Las Chacras, aproximadamente donde hoy se encuentra en Club de Pesca Mar del Plata.

Iglesia de Santa Cecilia en Mar del Plata.
En palabras de Chapeaurouge, "Con estas consideraciones que parecieran muy justas no solo al señor Peralta Ramos, sino también a todo el vecindario, se decidió proceder a la demarcación del pueblo del modo siguiente: colocado en el frente de peristillo de la Iglesia tracé una línea al sud 33° 41" oeste verdadero como prolongación del frente de la iglesia y desde la esquina sud medí a los 66 metros (76 varas) y puse una estaca de hierro como esaquina de manzana..."

Y fue en esa esquina, en la actual encrucijada de Córdoba y 9 de Julio, donde en el mes de julio de 2001 el Colegio de Agrimensores de General Pueyrredón rindió su homenaje a Chapeaurouge y a Mar del Plata, colocando una plaqueta en el lugar donde se clavó la estaca que fuera punto de partida de la ciudad que hoy habitamos.

De esto se desprende que la avenida Juan B. Justo está derecha. La que está torcida es la iglesia de Santa Cecilia, y por caracter transitivo todo el trazado norte de la ciudad.


Ing. Carlos de Chapeaurouge (izq.) a fines del siglo XIX.


Esteban F. Valiente.
Revista barrial "Al Oeste del Centro".
Mar del Plata, septiembre de 2001.