Por Elena Valero Narváez (*)
Camus, en “El Hombre Rebelde” propone que en vez de morir y matar para crear el ser que no somos, como hacen los revolucionarios que pretenden crear un “hombre nuevo”, deberíamos vivir y hacer vivir al ser que somos.
La opción señalada por el gran escritor es la que coincide con las ideas predominantes en los países donde se afianzan los derechos individuales y civiles y por lo tanto se está a salvo del fanatismo religioso y del poder omnímodo que imponen los dictadores.
Vivir, esta reñido con la muerte y la violencia; el ser humano no está destinado a ser guerrero porque la naturaleza dista mucho de ser pródiga y la mayoría de lo que se necesita para hacer perdurar la vida se hace o construye cuando reina la paz, con esfuerzo y trabajo. Juan Bautista Alberdi llamaba, con razón, crimen a la guerra, porque destruye a las personas y a sus bienes.
Pero no solo en la guerra se mata y se muere, también en épocas de paz ello sobreviene cuando la libertad personal, la justicia, los derechos individuales, la autonomía personal se ven menoscabadas.
Leyes sociológicas demuestran que el poder siempre tiende a crecer a hacerse absoluto, es por eso que después de miles de años de sufrir al absolutismo, el hombre buscó la manera de limitarlo.
En muchos países, también en Argentina, se ignoran las consecuencias prácticas o sea los desastres sociales que surgen de políticas que olvidan la ética liberal y la institucionalidad que surge de ella. Es así como aún tiene buena prensa el terrorismo “idealista”, darle enormes grados de poder a los gobernantes, permitir que avance el Estado sobre la sociedad civil y la destrucción de la economía capitalista.
A todos les gusta la libertad y a pocos la responsabilidad que disfrutarla exige. Es así que se prefieren las subvenciones y prebendas en lugar del trabajo, la corrupción y la impunidad en vez de la honestidad y la justicia.
El camino que no pone vallas a todo lo que atenta contra el “hacer vivir al ser que somos” es inhumano. La única manera de crecer como personas es vivir en un ambiente de democracia liberal republicana lo cual permite el desarrollo de las personas con instituciones que les ordenan ejercer sus derechos sin molestar los de sus semejantes. Ello implica rechazar la libertad absoluta y aceptar el imperio de la ley.
En la actualidad, para quienes llevan en sí, preformado el hueco mental donde la verdad puede alojarse - como bien decía Ortega y Gasset- los países con muy buena calidad de vida, les dan la receta servida.
Para hacer vivir al ser que somos, se necesita que la gente aprenda a gozar de la libertad con las consecuencias que implica hacerse cargo de las propias decisiones. Aceptar gozar de los logros y, también, las frustraciones que trae aparejado el fracaso, cuando uno se equivoca al elegir los medios para alcanzar las metas deseadas.
Se podría hacer realidad la propuesta de Camus en nuestro país, eligiendo a quien esté decidido a aceptar gobernar con la Constitución en la mano para encaminarnos hacia el respeto irrestricto de la propiedad y las personas. Es la única manera de que el Estado se restrinja a ejercer solamente las funciones que le son propias y de que se creen las condiciones que permitan desarrollar una economía capitalista para que no se fomente artificialmente las empresas y, de esa forma, nos cueste menos salir del gobierno kirchnerista formado por políticos y funcionarios públicos que no solo se equivocaron de sistema sino que también se enamoraron del poder absoluto.
(*)Elena Valero Narváez (Analista política, Periodista e Historiadora)
Vicepresidente 1ª de la Unión de Centro Democrático (UCEDE)
evaleronarvaez@hotmail.com
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