Junio de 2014.
Argentina y Cuba son dos ejemplos parabólicos en el sentido compartido de parable en inglés y parábola en castellano. Parable significa "una simple historia que ilustra una lección moral o religiosa". En castellano, la definición del diccionario es similar y dice: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral". Conforme a estas definiciones The Economist publicó un artículo que tituló: "La parábola argentina: lo que otros países pueden aprender de un siglo de declinación". Me he permitido incluir a Cuba en el análisis pues allí también se percibe la falacia de la izquierda que asuela al llamado mundo Occidental y Cristiano.
The Economist reconoce los logros argentinos en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, tal como me permitiera describirlo en mi libro Argentina, un milagro de la historia (2000). Si bien no voy a considerar en esta oportunidad otros factores favorables que toma en cuenta The Economist, tales como el clima, la belleza de su población y la productividad de la Patagonia, voy a insistir en el reconocimiento de que todas estas aparentes virtudes desaparecieron fundamentalmente a partir de 1943. The Economist reconoce que la actual crisis argentina se debe al gobierno actual, pero señala que ésta no es más que la última etapa de una secuencia de populistas económicamente iliteratos que comienzan con Juan y Eva (Evita) Perón (sic). Al mismo tiempo destaca que a principios del siglo XX, Argentina era el país del futuro, crecía más que Estados Unidos y tenía un PBI mayor que Alemania, Francia e Italia.
Inteligentemente, The Economist señala que las causas que determinaron la declinación argentina son el mayor peligro que enfrenta hoy Occidente, pues el comunismo leninista habría desaparecido como alternativa política con la caída del Muro de Berlín. Hasta cierto punto comparto ese criterio, y la Unión Europea es el mejor ejemplo del proceso de deterioro económico que está teniendo lugar en función del Estado de Bienestar que determina un nivel de gasto público insostenible. Así, The Economist se preocupa y se pregunta qué pasaría si se destruye la Eurozona.
Las consideraciones de The Economist son de la mayor envergadura para comprender la realidad de la historia argentina y de la crisis actual. Es evidente que la política argentina ha ignorado por más de setenta años las razones éticas y políticas que la colocaron entre los primeros países del mundo a principios del siglo XX. La Argentina en aquella oportunidad le mostró al mundo que no era necesario ser anglosajón ni protestante para lograr la libertad y el éxito político y económico. Me voy a permitir insistir que si aquel éxito se debió a la Pampa húmeda, parecería que se humedeció en 1853 y se secó en 1943.
Todo parece indicar que hoy en el ámbito político se ignora que el factor determinante de la Argentina fue la instauración y el cumplimiento de la Constitución de 1853, y su declinación es la consecuencia de su pertinaz violación. Ya parece que invocar los derechos que garantiza la Constitución es ser de derecha, y por tanto descalificado éticamente por estar a favor de los ricos. Consecuentemente, nadie en la oposición parece reconocer ese hecho trascendente que determinó la decadencia, y así han imperado el fascismo y su generador el socialismo, violatorios de los derechos individuales. Tal como señala Thomas Sowell, también en Argentina la izquierda ha monopolizado la ética en nombre de la supuesta igualdad y los derechos del pueblo. Se ignora así la sabiduría de Alberdi cuando escribió "El egoísmo bien entendido de los ciudadanos sólo es un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican los Estados (...) Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco". A los hechos me remito.
Es hora de que surja una oposición argentina que rescate los valores de su historia, así como lo ha hecho The Economist, para lograr que vuelva a ser lo que fue. Toda la labia de la izquierda que se funda en los derechos del pueblo, de hecho significa la violación de los derechos individuales y la suma del poder político absoluto para satisfacer el egoísmo de los gobiernos. En el momento en que la Sra. Carrió aparentemente dio un vuelco filosófico político a su postura inicial y propuso la necesidad de que la oposición llegue a un acuerdo con el PRO, ella fue rechazada por el representante de la izquierda, su socio político el Sr. Pino Solanas. Por supuesto, esta oposición se debe a la ética de la izquierda conforme a la cual cumplir con la Constitución es ser de derecha y por lo tanto estar a favor de los ricos.
El otro aspecto del cinismo universal que se manifiesta en la política internacional es el aparente desconocimiento de los crímenes de Fidel Castro y de su hermano por más de 55 años. Así aparece claramente en la última reunión del CELAC en la Habana donde los presidentes de América Latina le rindieron pleitesía. Y traigo a colación la situación de Cuba pues la considero la otra parábola en América. Cuba en 1959, a la llegada de los Castro, era el país de América Latina con el mayor estándar de vida. Era el tercer país en televisión y el mayor productor de azúcar. Producía cinco millones de toneladas por año; hoy produce cien mil. Y puedo reconocer que hoy compite con Haití en ser el país más pobre de América.
Cuba, al igual que la Argentina, mostró que el sistema que reconoce los derechos individuales es determinante del éxito político y económico. A diferencia de la Argentina, donde se creó en virtud de la sabiduría filosófico-política de sus padres fundadores de la Constitución de 1853, en Cuba llegó por ósmosis, es decir por la relación directa con Estados Unidos y por lo tanto toda la actividad económica estaba en manos privadas. Por ello. cuando llegó la Revolución del 26 de junio, me atrevería a decir que no sabíamos a donde íbamos, por más que Fidel se explayó al respecto en su discurso de La Paloma donde expresó claramente su propósito de romper con Estados Unidos. Hoy el pueblo cubano padece hambre y falta de libertad, pero ello se ignora en el mundo. Tanto así que la Unión Europea ha propuesto un diálogo con los Castro, y también el Sr. Kerry desde Estados Unidos en representación del presidente Obama para derogar la falacia del embargo en la actualidad, que la izquierda falazmente denomina "bloqueo". Me permito recordar una frase de Martí: "Ver cometer un crimen en calma, es cometerlo".
Todo parece indicar que Venezuela con Maduro a la cabeza desde la democracia mayoritaria insiste en seguir los pasos de Fidel Castro tal como lo había propuesto Chávez en su Socialismo del Siglo XXI. Lo único positivo de este lamentable proceso es que, a diferencia del caso de Cuba, no solo los venezolanos están teniendo conciencia de esa realidad, sino que asimismo parece percibirse en el mundo. Al respecto de esta problemática vale destacar el comentario de Esperanza Aguirre en su artículo "El Escándalo de Cuba" refiriéndose al CELAC, donde dijo: "Lo verdaderamente asombroso de esta cumbre es la naturalidad con la que todos los dirigentes de los países participantes han rendido su tributo de admiración a la dinastía de dictadores que sojuzga a Cuba desde hace 55 años".
Entonces, volviendo a la Argentina, creo indispensable que surja en el ámbito político una voz que rescate la verdadera historia argentina. O sea que proponga claramente la imperiosidad del cumplimiento de la Constitución de 1853 y consecuentemente el respeto por los derechos individuales que ella garantiza: "La vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad". Como bien señalara Alberdi: "Las sociedades que esperan su felicidad de manos de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza humana". Y en ese sentido puedo decir que ese derecho lo reconoce el artículo 19 de la Constitución Nacional. Gracias, The Economist, por recordarnos la grandeza de la historia argentina, y esperemos que la recuperemos.
Economista.
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