25 de septiembre de 2014

Especulación y especuladores

Por Luis Salmain. (*)


Realmente resulta hartante la discusión, tipificación y argumentaciones que se hacen alrededor del tema de la especulación y de los supuestos villanos que la ejercen, los especuladores.

En general, en forma simple alguien intentó definir la diferencia entre inversor y especulador de la siguiente manera: Inversor sería el que invierte el 100% de un capital para obtener un 10%, mientras el especulador invierte un 10% de su capital para obtener el 100% sobre lo invertido. Vemos que esa definición simplista deja claro que nada tiene que ver en la calificación ética de una persona su posición respecto de cómo coloca sus ahorros. Esa decisión la toma ejerciendo su derecho de propiedad, participando con fondos ganados y ahorrados genuinamente, asumiendo los riesgos que quiere voluntariamente asumir en un mercado libre.

En todos los mercados desarrollados se considera a la especulación como un aporte positivo al funcionamiento de esos mercados. Esto es así en los mercados más grandes del planeta, por ejemplo los de bonos y los de commodities. En estos últimos son los intervinientes como especuladores los que hacen mercado para que los productores se cubran en sus operaciones a futuro. Es decir, lo productores que intervienen en un mercado, como el de contrato de futuros, lo hacen para transferir riesgos que asumen los especuladores a cambio de la expectativa de una ganancia. Sin la participación de los especuladores podríamos arriesgar que algunos mercados no existirían.

Yendo ahora al tema de actualidad, ¿cuál sería la diferencia entre una persona que compra una acción de una compañía con dificultades en una bolsa a muy bajo precio, y otra que compra de la misma compañía emisora un bono con un renta fija, también a un precio bajísimo? ¿Se trata el primero de un inversor y el segundo de un especulador? Cuando la compañía tenga que afrontar el pago de su obligación con interés fijo, ¿se opondrá al pago aduciendo que quien reclama compró a un muy bajo precio? ¿La misma actitud reticente tendrá frente al accionista que espera recibir dividendos? ¿No se da cuenta ese emisor (que lo único que demuestra es que es un mal pagador) que el bono fue comprado en el mercado y no a él, y que el ridículo precio que recibió el vendedor se debe a su desgraciada gestión de mal pagador? ¿No se da cuenta ese emisor que lo que espera el comprador es que se respeten las condiciones de emisión? El emisor recibió el total del capital suscripto en oportunidad de la emisión; no debe importarle cuánto pagó el actual tenedor del bono que le reclama el pago. En todo caso, si considera que se desprendió del bono por un precio ridículo, acusando de "buitre" al comprador, es porque él no ofreció una mejor alternativa convirtiéndose así, bajo su óptica, en alguien más despreciable que el llamado "buitre".

El hipotético inversor en la acción devaluada está corriendo el riesgo de que la compañía no genere utilidades, y por lo tanto, que no pague dividendos; y el segundo corre el riesgo de que la compañía no honre el pago de los intereses a que los se comprometió, o no pague el capital al vencimiento.

¿Es tan difícil de ver que en ambos casos los compradores invierten, arriesgan, o como quiera llamarse, su ahorro? Al decir "arriesgan" se entiende que asumen una cuota de riesgo. En un mercado libre hay vendedores deseosos de desprenderse de su participación a un determinado precio. Si ambas partes se ponen de acuerdo y se concreta la transacción es porque el vendedor prefiere ingresar de inmediato un monto cierto y no esperar a recibir un monto mayor, incierto, en el futuro. El comprador también concreta al precio que considera que la utilidad esperada compensa el riesgo de la operación.

Esto que es tan simple que a nivel académico fue aclarado, estudiado y difundido por los economistas que revitalizaron la teoría subjetiva del valor y el concepto de utilidad marginal, iniciadores de la Escuela Austríaca de Economía.

La lamentable realidad en relación a este tema es la siguiente:
  • El gobierno actual tiene una posición insostenible desde lo razonable, tratando de justificar su deseo de no pagar, chicanear, etc.
  • Utiliza como argumento el cuestionar la validez del derecho que tienen los acreedores.
  • Finca la validez de ese derecho de los acreedores en el valor al que se compraron los títulos en el mercado, aplicable a los que compraron sus tenencias a los suscriptores originales.
  • No se entiende cuál es el argumento para cuestionar a los compradores originales que no entraron en el canje.
A todos ("buitres" y los que no entraron en el canje) se los considera apátridas, traidores, usureros, etc., cuando el problema se origina en que se estafó a los inversores y se pretende seguir esa posición. Nadie estaría calificando a los ahorristas originales o secundarios si el deudor pagara lo que se comprometió a pagar.

Se tiene la ridícula y presuntuosa pretensión de cuestionar el sistema judicial, financiero y económico internacional cuando no solo hemos perdido peso a nivel global sino que estamos evidenciando una lamentable decadencia interna, tanto en lo económico como en lo jurídico.


(*) Luis Salmain es contador público (UBA) y asesor de inversiones. Fue gerente financiero del Banco Roberts. Autor de "Nuestros gobiernos" (Lumiere, 2002). Twitter: @lesalmain.

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