14 de julio de 2015

Alvaro Alsogaray - Discursos - Deuda Externa – Renegociación (1985)

Reunión 39ª - 6, 7 y 20 de marzo de 1986


(Viene de aquí)

Sr. Alsogaray-. En la reunión informal que se realizó durante el cuarto intermedio se pensó en suspender esta sesión alrededor de la 1 de hoy y continuar la semana pasada. (Risas.) Perdón, la semana siguiente. De todas formas, es lo mismo y ya voy a explicar por qué (Risas.)

Me ofrezco a hablar poco, para poder cumplir con lo pactado, pero si quieren hablo más.

Sr. Manzano.- ¿Me permite una interrupción señor diputado?

Sr. Alsogaray.- Si, señor diputado.

Sr. Presidente (Pugliese).- Para una interrupción tiene la palabra el señor diputado por Mendoza.

Sr. Manzano.- Señor presidente: para hacer honor a la verdad, no hubo acuerdo alguno en la reunión informal a que alude el señor diputado Alsogaray. No acordamos ni las listas de funcionarios, no la mecánica de tratamiento, ni la limitación en el horario. Tanto es así que dijimos seis minutos o seis horas; dijimos que hay tiempo; que si hay que decir, también hay quienes quieren escuchar. El único acuerdo fue debatir y anotar en la lista de oradores a cuantos diputados lo solicitaran.

Sr. Presidente (Pugliese).- Continúa en el uso de la palabra el señor diputado por la Capital.
Sr. Alsogaray.- Señor presidente: trato de ser amable y mire lo que consigo. (Risas.)

La reunión que mantuvimos fue una especie de pequeño aquelarre. Probablemente un grupo acordó una cosa, y otro algo distinto, sin enterarse en lo más mínimo de lo ya pactado, Pero repito: mi intención es constructiva; la idea es hablar lo menos posible para poder irnos a dormir con tiempo suficiente y continuar la semana siguiente, si así se desea; o de lo contrario decidan que es lo que quieren hacer.

Se suponía que íbamos a tratar la constitución de una comisión bicameral para determinar la composición de la deuda externa de nuestro país y establecer las pautas para su renegociación.

Primero hablo el diputado informante Dr. Alende, pero se olvidó de su tarea de diputado informante; no habló una sola palabra de la comisión bicameral. Habló de todo menos de ella; de manera que no hemos tenido elementos de juicio.

Si se trataba de informar sobre un proyecto, debía yo entonces escuchar -de parte de diputado informante- las razones por las cuales había que crear esta comisión bicameral, para mi ilustración y para poder dar un voto consciente. De eso no escuché nada, lamentablemente, por lo cual me debo valer solo de mi propia interpretación.

El diputado Jesús Rodríguez fue un poco más conciso: dedicó el ochenta por ciento de su tiempo a la política económica interna, un veinte por ciento a la deuda externa y cero por ciento al tema en discusión (Risas.) De manera que tampoco tuvimos mucho más aporte. Por lo tanto en esta materia tengo que valerme solamente de escasos elementos de juicio.

El diputado Guelar tampoco fue muy preciso sobre la bicameral. Además hizo una mezcla… (Risas.)

Ahora bien, puedo incurrir en un error si repito las mismas cosas, por lo que será muy deslucida mi intervención, ya que me referiré al tema. ¿Pero a quien le interesa el tema en este caso? Evidentemente a ninguno de los que están escuchando… (Risas.) porque la realidad es que hemos entrado en este tema por la ventana. La Cámara decidió hablar de la deuda externa, pero como no se halló el mecanismo para ello se inventó el procedimiento de tomar un proyecto de resolución de hace dos años. Si bien esto no es original, entramos a discutir el tema de la deuda –repito- por la ventana.

Nuestra bancada no se ceñirá al asunto por varias razones. En primer lugar, porque no necesitamos ningún debate sobre la deuda externa ya que sabemos perfectamente bien de que se trata; cuando tengamos que opinar lo haremos en oportunidad de considerarse el tema en especial. Tampoco hablaremos esta noche de la política económica, porque es nuestra intención solicitar a la Cámara una interpelación al señor ministro de Economía. Como el señor diputado Jaroslavsky me reprocha que siempre proyecto los problemas hacia delante, le tomo la palabra, espero que no rehúya nuestro pedido.



Sr. Alsogaray.- El hecho de estar tratando un proyecto de hace dos años me hizo incurrir en la equivocación de querer seguir sesionando la semana pasada (Risas y aplausos)

Con relación al proyecto, es evidente que en su artículo 1° llega un poco tarde. Digo esto porque la deuda externa ya estaba determinada en su composición, se renegoció varias veces y hay que renegociarla nuevamente. Es decir que si pensamos aplicar este proyecto para cumplir esta finalidad, obviamente es tarde.

Podría ser aprovechado el artículo 6° que dice “La comisión, asimismo, establecerá las pautas a las que deberá ajustarse la negociación y eventual refinanciación de la deuda externa tanto en el país como las que se lleven acabo en el extranjero”. Recomendaría que fijáramos un plazo de de 30 y no mas de 120 días, porque como hay que empezar a renegociar ahora y ya está fijada la fecha –luego de transcurrido el periodo de prórroga-, es conveniente que la comisión se apresure; si no, va a fijar las pautas después de la renegociación, por lo que no valdría la pena designar una comisión bicameral.

Dados los precedentes que ha habido en la Cámara en otras épocas, me preocupa el artículo que dice mientras funcione la comisión hay que impedir que cualquier persona objeto de la investigación –es claro que ese objeto será determinado por la propia comisión- pueda ausentarse del territorio nacional sin autorización. Como la comisión podrá requerir el uso de la fuerza pública, aconsejaría un procedimiento más cauteloso para saber quienes van a estar en la picota; no sea cosa que sin causa sea detenido otro periodista, como ocurrió con Horacio Rodríguez. Además, si hay que hacer uso de la fuerza pública debería solicitarse la intervención de la Justicia. Con estos conceptos quiero significar que convendría aclarar ciertas cuestiones de procedimiento a fin de evitar que se produzcan hechos como otros ya ocurridos en esta Cámara.

Es difícil oponerse a la creación de una comisión bicameral que tiene la intención de investigar al tal punto que ya se toman previsiones para que nadie se escape. Nosotros no tenemos más remedio que aprobar la iniciativa con las recomendaciones modificaciones formuladas. Podríamos establecer el requisito de que los muy entusiastas en la creación de la comisión tuvieran cierta responsabilidad sobre su resultado. Si el resultado es un parto de los montes –como ya ha ocurrido con otras comisiones., que lo paguen de alguna manera: descuento de dietas, exoneración. Pero si alguien va a tomar responsabilidad, que obtenga algo; de lo contrario, estamos gastando dinero, perdiendo tiempo y distrayendo a la opinión pública para nada.

Con estas consideraciones vamos a dar nuestra aprobación a la constitución de la comisión bicameral, a lo que espero esta Cámara preste su conformidad.



Sr. Alsogaray.- Señor presidente: comentado las reuniones que hemos tenido con motivo de la discusión sobre la deuda externa, recordaba ayer una agudeza que se atribuye a Winston Churchill, quien, cuando se le preguntó cuanto tiempo tardaba para preparar un discurso de diez minutos, respondió que dos meses; que si el discurso era de media hora, tardaba un mes; pero que si el discurso era de una o dos horas lo podía decir enseguida porque no tenía mucho para pensar.

Como yo vengo reflexionando desde hace mucho tiempo sobre el tema de la deuda externa y otros conexos, puedo en la síntesis recurrir a la metáfora churchiliana. Voy a hablar poco sobre la parte resolutiva de nuestra propuesta, pero me extenderé algo más en otras consideraciones porque si no quedaré expuesto a los enojos de los diputados Jaroslavsky y Moreau, quienes me reprocharan mañana que hablo poco, que no intervengo en los debates y que postergo todo para más adelante. Así que para no merecer su desafecto tendré que extenderme un poco más en la segunda parte.

Hablo en esta segunda ronda de discursos, porque en la primera cometí el error de ajustarme al tema del día, que era el de la creación de una comisión bicameral propuesta hace dos años. Se suponía que debíamos considerar esa cuestión aunque es claro – y lo sabía- que ése era un expediente para entrar por la ventana en este debate sobre la deuda externa. Pero por hábito y disciplina parlamentaria, pensé que tenía que hablar de la comisión bicameral, con lo cual quedé fuera de cuestión. La opinión pública no entendió por qué no se difundía nuestra opinión en materia de deuda externa, cuando los demás bloques lo hacían.

Hasta ahora conocemos las posiciones de radicalismo, del justicialismo y del Partido Intransigente. Obviamente estaba faltando y lo está faltando aún, la posición de la Unión del Centro Democrático, que es la que voy a tratar de fijar. A efectos de establecer nuestra posición y al mismo tiempo poder compararla con las que ya han sido expresadas por otros bloques, quisiera hacer una breve recapitulación sobre cuáles son esa posiciones. Me referiré naturalmente a la esencia de ellas, extraída del aluvión de palabras pronunciadas, porque sería imposible repetirlas a todas en unos pocos minutos. Reitero que me ocuparé de lo esencial.

La posición del oficialismo consiste en defender las negociaciones efectuadas con motivo de la deuda externa, procurando el apoyo de la Cámara. Ese es el meollo de la propuesta, que no nos dice nada sobre cuál ha sido hasta ahora y cual será en el futuro el peso de la deuda externa sobre cada uno de los argentinos, ni nos dice nada sobre como se atenderá esta deuda en los años futuros. Parece que todo terminara con estas negociaciones que se han estado efectuando.

Tampoco nos dice nada sobre los incumplimientos en que nuevamente incurrió la Argentina a pocos meses de firmar los últimos compromisos, con lo cual otra vez quedamos descolocados en el concierto internacional.

Asimismo, nada se dice sobre cómo se van a organizar las próximas negociaciones, que deben empezar ya. Estamos atrasados en esa materia. Hemos tenido que mandar una carta pidiendo postergación, de manera que es urgente empezar a negociar de nuevo. Pero sobre esto la propuesta radical no dice nada.

La propuesta justicialista sostiene una moratoria por ciento ochenta días. Sin embargo, no aclara que va a ocurrir luego de ese lapso, lo que le va a uno a preguntarse para qué se pide la moratoria, ya que tal pedido no resuelve absolutamente nada, Si no se determina qué se propone para después, cabe suponer que ese plazo sólo tiene por objeto estudiar el problema; pero pretender ello luego de dos años de pronunciar discursos sobre el tema parece algo trasnochado.

En resumen, la propuesta justicialista consiste en establecer una moratoria por ciento ochenta días y nada aclara respecto de los otros puntos que he señalado respecto de la iniciativa radical.

La propuesta intransigente no se refiere a la deuda externa sino al imperialismo, a la necesidad de nacionalizar los depósitos bancarios y al comercio exterior, y a la constitución –con dos años de atraso- de una comisión bicameral para el estudio de la cuestión, aparte de denostar todo lo que se refiera a las tratativas vinculadas a ellas.



Sr. Alsogaray.- Me voy a permitir leer una carta remitida recientemente al Fondo Monetario Internacional donde se reconoce lo siguiente: incumplimiento de algunas empresas públicas del pago de los servicios externos, exceso en el gasto público en el segundo semestre con respecto a lo convenido, exceso de la emisión monetaria interna, insuficiente reducción de los pagos externos, no reducción de las restricciones a las importaciones, no eliminación del mercado intermediario financiero interempresario, incumplimiento del compromiso de limitar la duración del congelamiento de todos los precios de la economía al periodo mínimo necesario para quebrar la indexación de salarios y precios.

Esta carta fue remitida el día 20 de febrero a señor Jaques de Laroière, director gerente de Fondo Monetario Internacional, y se encuentra firmada por el señor ministro de Economía y por el presidente del Banco Central.



Sr. Alsogaray.- Está mal informado el señor secretario de Hacienda. No es el segundo tramo el que van a habilitar; es el tercero o el cuarto, según se considere o no al primer tramo. Eso se debe a que al no haber enviado el gobierno las pautas para el último trimestre del año pasado, el Fondo postergó el desembolso del tramo que ahora nos va a reemplazar. Como consecuencia de ellos, quedó también postergado un tramo de 600 millones de dólares de los bancos acreedores,

En este momento, nos van a adjudicar un tramo de 237 millones de dólares de derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional, permitiéndonos seguir adelante pero salteando un tramo, con lo cual la Argentina, en lugar de recibir en el año 1.450 millones de dólares, va a recibir 1,050.

En cuanto a los 600 millones de dólares de los bancos, bien sabe el señor secretario que éstos necesitan conseguir a autorización del 51 por ciento de los asociados, tarea que están realizando en estos momentos. En cuanto al Fondo, puede decirse que ha tolerado ese incumplimiento diciendo: “Bueno, sigan adelante, pero vengan a negociar pronto”, tal como he señalado antes.



Sr. Alsogaray.- Lo cierto es que hay un atraso en las cuotas del Fondo de 237 millones de derechos especiales de giro, y de 600 millones de dólares de los bancos. Vamos a perder en el total del año ambas cuotas. Pero no es esto lo que nos preocupa: he citado el no cumplimiento de los acuerdos libremente formulados como un episodio. Hay otros problemas de fondo sobre los cuales hablar. Sin embargo un aspecto de ese incumplimiento nos debe alarmar, es que se ha producido rápidamente, ya que la única carta al Fondo es del 22 de julio de 1985 y ya en septiembre estábamos en dificultades. Indudablemente, hubo un grueso error de cálculo.

Sr. Alsogaray.- Lo que yo sostengo es cierto. Las razones por las que se produjo el atraso con el Fondo usted las podrá justificar, pero lo que digo es cierto y valoro mucho no decir cosas que no lo sean. Evidentemente, ha habido incumplimientos. Las razones de tales incumplimientos son otra cosa. Quizá sea el Congreso el que tenga la culpa porque no aprobó a tiempo el ahorro forzoso.



Sr. Alsogaray.- No estoy haciendo juego de palabras. Efectivamente el Fondo aprobó la carta pidiéndole auxilio que le mandara el ministro Sourrouille el 20 de febrero último, porque quieren seguir colaborando con la Argentina. Pero eso no invalida lo que yo afirmo: hubo incumplimiento de los compromisos tomados el 22 de julio. Como se ve, hablamos de los mismos hechos pero con interpretaciones distintas. No soy yo quien afirma que hubo incumplimiento, sino el propio ministro Sourrouille el que lo hace, en una carta en la que intenta justificar dicho incumplimiento señalando las demoras en el ahorro obligatorio y otros motivos.

Procuré antes dejar bien establecida la esencia de las posiciones del radicalismo, el peronismo y la intransigencia. El resto del debate realizado se redujo a una esgrima verbal bastante larga, difícil de seguir. En su trasfondo había dos motivaciones. La oposición justicialista y los representantes de la izquierda están empeñados en demostrar al radicalismo que se haya sometido al Fondo Monetario Internacional y ejecuta una política, sino de entrega por los menos bastante complaciente con el pago de la deuda, con el Fondo y con los bancos. Sobre esto muchas palabras se han vertido. A su vez, el radicalismo está empeñado en defender su punto de vista y dice: estamos haciendo lo que conviene al país; tenemos que aceptar las prácticas internacionales, pero éste no es el plan del Fondo. Mucho énfasis se ha puesto en esto último y verdaderamente no podemos dejar de reconocer que no es un plan auténtico del Fondo; no le echemos la culpa a esa institución, a la que jamás se le hubiese ocurrido sugerir controles de cambios y de precios y nada de eso. Este es un plan autóctono, por no decir folclórico. No se le deben echar las culpas al Fondo. El mérito o demérito es de ustedes.

Ahora bien, les aconsejo que no sigan en esta esgrima porque habrán de ganar un round y luego perderán otro, y al final el juez tendrá que decretar empate. Si cada uno de nosotros va a buscar culpas y antecedentes de los otros, repetiremos incesantemente la escena boxística que he señalado. De ella él país obtendrá en materia de aclarar las ideas.

Dentro de este panorama en que se encuentran delimitadas las posiciones de las distintas líneas de pensamiento existentes en el país, quisiera exponer las de la Unión del Centro Democrático siguiendo el procedimiento de referirme en primer término a la parte resolutiva, para luego pasar a dar los fundamentos y en todo caso formular los comentarios, que de cualquier manera habrán de ser breves.

El primer punto puede parecer meramente formal al reiterar lo planteado en la cuestión de privilegio, en el sentido de regular las responsabilidades del Parlamento y del Poder Ejecutivo en cuanto a la negociación de la deuda externa. Lo que en esta materia exista por delegación del Parlamento al Banco Central y la aprobación de los presupuestos anuales, no nos parece suficiente ante un problema de esta naturaleza. Ya he expresado mi opinión sobre este particular y no deseo insistir, aunque sería conveniente buscar un modus operandi por el cual el Poder Ejecutivo avanzara libremente y bajo su responsabilidad en las negociaciones, y que luego en un momento dado –que con toda precisión podemos establecer de mutuo acuerdo- la cuestión llegue al Parlamento. De este modo se dota de agilidad y libertad a la acción de los funcionarios y al mismo tiempo se respetan las atribuciones y se cubre la responsabilidad del Congreso de la Nación. Esta es una sugerencia que formulamos en su momento, y que se vincula a aspectos de forma de suma importancia, pues son de raigambre constitucional.

El segundo punto se refiere a que debemos cambiar la actitud mental, especialmente la de los principales dirigentes del gobierno y la de casi todos los políticos. Muchas veces en este país se ha hablado acerca de cómo podemos eludir el pago de la deuda externa. Ese cambio de actitud debe llevarnos a ocuparnos más de cómo la vamos a pagar. Si queremos dar un ejemplo a la juventud, debemos retomar lo que existía en otras épocas en la Argentina, en el sentido de hacer honor a nuestros compromisos, y no arrastrarla hacia una claudicación que en el fondo lleva a tratar de eludirlos. Es decir que el segundo punto de la propuesta de la UCD es poner en un primer plano la cuestión moral de cómo enfocar el problema de la deuda.

En tercer lugar, sostenemos que la Argentina no tiene necesidad de recurrir, como se dijo en otras épocas al hambre y a la sed de los argentinos, ni a sacrificios intolerables para la población. Esta es otra razón más por la que consideramos inmoral declamar contra el pago de la deuda. Además, esto es contrario a los intereses del país, porque si la Nación no paga por lo menos los intereses deteriora su crédito, lo que no nos hace nada bien con vistas a vuestro futuro no –como señalé antes- a nuestra calificación internacional.

Debemos volver a ser un país cumplidor de sus compromisos para figurar entre las naciones de avanzada y las que saben hacer honor a sus obligaciones.

Podemos pagar la deuda externa por las siguientes razones. Actualmente exportamos por valor de 8 mil millones de dólares, de los cuales tenemos que pagar 5 mil millones de dólares en concepto de intereses –hablando por supuesto en cifras redondas- . Es decir que nos quedan apenas 3 mil millones, que no son suficientes para mantener el precario nivel de vida actual.

¿Pero por qué exportamos por valor de 8 mil millones de dólares? ¿Por qué no exportamos por 15 mil millones de dólares? Si exportáramos 15 mil millones de dólares podríamos pagar 5 mil millones de dólares en concepto de intereses, empezar a amortizar algo y mejorar entre tanto el nivel de vida actual.

Naturalmente esta meta de exportar 15 mil millones de dólares significa revitalizar la economía argentina y procurar una gran expansión económica en el país, para lo cual se necesita dar los siguientes pasos. Primero es necesario recrear la confianza, y para ello hay que adoptar una serie de medidas sobre las cuales no me voy a extender ahora, pero que están escritas y a disposición de los señores miembros de la Honorable Cámara, si desean examinarlas. Estás medidas giran alrededor de una decisión indispensable: la liberación de la economía.

Debemos abandonar la hibernación actual del país, dejarlo trabajar libremente; entonces, restaurada la confianza y liberadas las fuerzas nacionales, se producirá el retorno de capitales argentinos hoy emigrados en el exterior y un aflujo de capitales extranjeros. Insisto en un punto: la liberación de la economía se requiere por dos motivos: porque es el factor esencial que va a restaurar la confianza y porque si no liberamos la economía es inútil que pensemos en el ingreso de capitales que no tendrían razones para venir aquí. Esa liberación, que obedece no solo a razones prácticas sino también a otras de tipo filosófico, es la clave de la propuesta que formulamos.

La afluencia de capitales provoca la caída de las tasas de interés, resolviendo un problema para el cual el actual gobierno no tiene solución alguna. Las tasas de interés en la Argentina son exorbitantes, y mientras ellas subsistan no habrá crecimiento, pago de la deuda ni nada. Pero no habrá manera de resolver la cuestión de las tasas de interés sino se produce un verdadero retorno y aflujo de capitales.

Producida la caída de la tasa de interés y dada la libertad de acción para trabajar, los empresarios volverán a invertir, con la inversión se reactiva la economía y al ocurrir esto mejora el nivel de ocupación y comienza a recuperarse verdaderamente el salario real.

Naturalmente la adopción de una propuesta de esta clase implica un cambio total de la política económica. Más aún, un cambio del sistema económico vigente. Desde hace cuarenta años venimos funcionando dentro de un sistema económico que está agotado. Debe ser totalmente cambiado para que una propuesta como la que formulamos funcione. Seguramente muchos consideraran una ingenuidad o una utopía, pero me gustaría saber cuales son las soluciones alternativas. En todo caso, esta constituye una verdadera alternativa a la que venimos viviendo desde hace muchos años.

Ese cambio de política económica, ese nuevo sistema que propugnamos no puede ser expuesto in extenso en la reunión de hoy Lo haremos en una próxima sesión, si la mayoría nos concede una interpelación al ministro de Economía que vamos a solicitar, para discutir a fondo el Plan Austral y todo el tema de la política económica. Debemos hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

Hasta el momento me he referido a la parte resolutiva de la propuesta de la Unión del Centro Democrático. Para que algo útil surja de este debate es indispensable definir propuestas concretas. He presentado la esencia de la nuestra; convendría sintetizar las de los demás sectores.

Procurar, como pretende el radicalismo, que se apruebe la renegociación, no constituye una propuesta de fondo sobre la deuda externa. Esta renegociación es sólo un paso impuesto por las circunstancias. Tampoco un debate sobre esta materia debe terminar como pretenden otros sectores, con una moratoria por 180 días o con la nacionalización de los depósitos bancarios y el comercio exterior. Si hablamos de la deuda externa, debemos decir además cómo la vamos a pagar.
Mencionar el punto de vista moral a esta altura del siglo XX podría parecer una originalidad de nuestra parte o un enfoque anacrónico y reaccionario. ¿Quién se ocupa de hablar de moral pública cuando se trata de los intereses de los países? Las razones de Estado se anteponen a cualquier otra consideración. Por eso no se vacila en decir que es mejor no pagar y se buscan todos los artificios posibles para no hacerlo. A nadie se el ocurre plantear el punto de vista moral en un tema de esta clase. Pero nosotros somos un poco tozudos en esta materia y consideramos que existen principios morales que hay que defender. La ética y la moral también deben estar presentes en las relaciones internacionales. Por eso nos referiremos a ellas.

El señor diputado Stubrin dijo que la deuda es inmoral. Yo no estoy de acuerdo. La deuda no es inmoral ni moral. Sencillamente, la deuda es deuda. Lo que si es inmoral es haberla contraído en las condiciones y con las finalidades con que se lo hizo. También lo es la propuesta de no pagarla, pero en si misma ella no es inmoral. Entonces, debemos respetar el punto de vista ético, tal como se hizo en otras épocas de la Argentina le pediría a los señores diputados que recuerden sus lecturas sobre Avellaneda y Pellegrini. Así verán que los prohombres del pasado hablaban de una manera muy distinta a la nuestra. Tal vez la diferencia entre estos lenguajes nos proporcionen una idea sobre la decadencia moral que hemos experimentado a los largo de estos años.

Sr. Alsogaray.- No se preocupe, señor presidente: Se necesita mucho más que lo dicho por el señor diputado para sacarme de las casillas. Pero voy a contestar brevemente al señor diputado Conte.

Durante muchos años he estado expuesto en la primera línea de batalla. Mis adversarios utilizan los slogans que mas les gustan. Cuando el señor diputado habla de los jóvenes parece que hiciera referencia a todos los de la Argentina. Sin embargo, los que concurrieron a River Plate no gritaban lo que el señor diputado dice, sino todo lo contrario. Entontes dejemos tranquilos a los jóvenes. No les demos malos ejemplos y tratemos de que estudien estos temas, lean buenos libros. De esa manera les brindaremos un servicio. No intentemos venderles estribillos y menos aún, los que contienen alusiones personales. Nunca se me ocurriría organizar un grupo de jóvenes para que hablen en forma despectiva del diputado Conte o de cualquier otro miembro de esta Cámara. Si alguien lo hace, que continúe en esa tarea. Yo no tengo ningún problema.

Es inmoral andar con vueltas para pagar la deuda, porque podemos pagarla. Es cierto que no la podemos pagar en las actuales condiciones pero éstas no son las únicas posibilidades en la República Argentina. Si transformamos el país podemos afrontarla. Entonces, lo que se quiere decir cuando se habla de no pagar, es que no se está dispuesto a hacer el esfuerzo necesario para pagar la deuda. Y no es tampoco cuestión de hacer un gran esfuerzo sino de tratar de llevar a cabo un cambio de mentalidad. Lo que no nos deja pagar la deuda es la xenofobia, los prejuicios anticapitalistas y los errores políticos. Si no existieran estos factores, la podríamos pagar como trataré de demostrarlo más adelante.

El problema de la deuda externa no gira alrededor de las negociaciones en el exterior ni de factores externos: depende de lo que hagamos en el país. Este, así como otro problema socioeconómico importante, obviamente no lo podremos resolver si apelamos a una política recesiva como la que actualmente en marcha con el plan austral, en lugar de promover una gran expansión del país.

El plan austral se inserta en un sistema económico que –como señalé anteriormente- ya tiene una duración de cuarenta años. Ese plan es probablemente el último experimento que vamos a hacer para tratar de sostener vivo este sistema que se está cayendo solo.

El plan austral –sobre el cual haremos seguramente un gran debate en fecha próxima, si se acepta nuestra propuesta- tiene como parte esencial la hibernación de la economía argentina. La Argentina está hibernada y congelada. No quiero extenderme mucho sobre esto porque es algo que digo casi todos los días por radio. No veo como un país en estas condiciones, es decir hibernado, congelado, con control de precios, de cambios, de salarios y de todo lo que se hace, produce o piensa, puede progresar y salir de las dificultades que tiene.

La primera fase del plan austral se denomina de estabilización. Esta etapa ya rindió todos los frutos posibles a través de un cambio de expectativas que significó en pequeña medida un shock de confianza. Gracias a esto se tuvo la sensación de que la escalada de precios se atenuaba. Pasaron los meses y ahora estamos frente al problema de cómo vamos a salir del congelamiento. Debemos salir de la congelación de salarios, precios, tipo de cambio y toda una serie de controles más, pero, ¿cómo hacerlo? La dificultad reside allí.

Si se flexibiliza mucho el plan austral corremos el peligro del retorno de la dinámica inflacionaria, y si no se flexibiliza, corremos el riesgo de que el sistema sufra tensiones internas muy graves, como las que ya estamos experimentando. Estamos en vísperas de que se realice otra huelga general en el país, y esto no es producto de la casualidad no de la “desestabilización” política, sino de un estado de cosas que no se quiere reconocer.

Para salir de esta primera etapa se habla entonces de una segunda fase, que sería la del crecimiento. Esto creó alguna expectativa; pero ya hemos tenido la descripción completa de que se entiende en estos momentos por política de crecimiento. Lamento decir por anticipado que con esta política de crecimiento no vamos a ir a ninguna parte. Además aunque está política tuviera algún éxito –que no puede tenerlo-, llegaría tarde.

Repito: tal como está diseñada, esta política de crecimiento –que no va a servir más que para determinados negocios y empresas-, aunque tuviera éxito, llegaría atrasada. Por lo menos en uno o dos años. De manera que no hay compatibilización ente la política de estabilidad actual y el hipotético futuro.



Sr. Alsogaray.- Señor presidente: recojo las inquietudes del señor subsecretario de Política Económica, pero por razones de disciplina intelectual me permitiré diferir el tratamiento de estas cuestiones para cuando discutamos el tema del plan austral. Por el momento continuaré refiriéndome a la deuda, ya que si entramos en detalles podría agregar, por ejemplo, que el señor subsecretario olvidó decir que la venta de heladeras creció un 120 por ciento. Pero reitero que discutir esto me alejaría de lo que quiero decir aquí.

Desde ya que nuestro bloque acepta discutir la política económica y en particular el plan austral, así como entendemos por crecimiento o recesión, Pero prefiero que lo hagamos en otra oportunidad y, si es posible, en este mismo recinto. Por otra parte, entiendo que nos basamos en enfoques completamente diferentes. En economía existen dos métodos de análisis; uno que se basa en la lógica y otro en el voluntarismo. Nuestro método de razonamiento es, a nuestro entender, muy bueno; pero lo debatiremos en su oportunidad con toda la amplitud que deseen los señores funcionarios.

En materia de crecimiento hoy hemos tenido un reflejo de algo que es realmente impresionante, ¿Se busca fomentar el crecimiento reduciendo la producción de petróleo. ¿Y por qué? Porque no hay capitales para su explotación. De manera que para que el país crezca, se baja el número de pozos de petróleo. Tal vez YPF no participe de ello, pero lo cierto es que hay quienes se horrorizan cuando se habla de que los capitales privados podrían encarar la producción de este combustible. De manera que lo concreto es que en nombre del crecimiento se reduce la producción petrolera y, por consiguiente la posibilidad de exportar petróleo y derivados.

Todos éstos son datos suministrados hoy a la mañana con bastante precisión por el señor secretario de Energía. En este sentido me permito decir que la República Argentina ha vuelto a “perder el ómnibus”, o dicho de otra manera la mejor oportunidad que tenía para emprender un gran desarrollo petrolero.

Como ustedes saben muy bien, las condiciones en que el petróleo se comercializa hoy en el mercado mundial son completamente distintas a las que existían, por ejemplo hace un año. Va a ser mucho más difícil ahora conseguir capitales para explotar petróleo en la República Argentina, y cuando lo hagamos, será difícil venderlo, porque estamos en medio de una crisis internacional por la cual el cartel del petróleo ha sido derrotado por la realidad del mercado, donde los precios están en una franca baja y así seguirán por bastante tiempo. Pero éstas son oscilaciones del mercado que obviamente no justifican una crítica al gobierno. Sencillamente señalo que una vez más hemos perdido una gran oportunidad. Lo criticable es que no hayamos actuado cuando las condiciones eran favorables; ahora ya es tarde.

En nuestra propuesta habamos también de la necesidad de refinanciar la deuda. El tema de la refinanciación, que aquí se ha tocado, es importante. Al principio fue muy mal encarado por el actual gobierno, a causa de su desconocimiento de la cuestión. Es lamentable que los funcionarios llegados en un primer momento no conocieran de antemano, antes de asumir el poder, de que se trataba. Tenían ideas muy románticas y difíciles de entender sobre este tema y se empezaron a enterar de la realidad cuando ya estaban en el gobierno. Por lo tanto, perdimos más de un año y estuvimos tres veces al borde de la insolvencia.

No basta afirmar que esta fue una dura lucha para conseguir mejores condiciones, no es así. Las condiciones que se consiguieron al final son exactamente iguales o peores que las que se hubieran conseguido al principio, porque los acreedores y funcionarios se cansaron, durante ese período, de la inconsecuencia argentina. El 30 de marzo de 1984 hubo que hacer una operación salvataje para la República Argentina: México y otros países nos tuvieron que prestar 350 millones de dólares para salvar nuestro país. Algo similar sucedió en septiembre y en diciembre, y todo por causa de esas famosas negociaciones.

Hay que reconocer que el nuevo equipo actualmente en funciones negoció mucho mejor. También lo hizo en condiciones difíciles, pero finalmente logró un acuerdo razonable, que es el que el radicalismo defiende y que nosotros apoyamos, Creemos que ese apoyo es la actitud mas seria y que esa forma de negociar se ajusta mejor a las prácticas internacionales.

Pero, ¿para que la refinanciación? Porque refinanciar por refinanciar no es solución. Hay que refinanciar para ganar el tiempo necesario para poner en marcha el país, y conseguir las divisas necesarias para efectuar los pagos futuros. Afirmar simplemente que vamos a renegociar por renegociar es como pedir auxilio para un problema sin solución.

Este no es el caso de la Argentina, que tiene riquezas a movilizar y sólo necesita tiempo y capital, dos cosas que en este caso van juntas.

Entonces, necesitamos un periodo, que siempre nos será concedido si demostramos que tenemos programas claros y voluntad para llevarlos a cabo. En este sentido ha habido una transformación mental en el partido gobernante. Ya se ha citado aquí el episodio del señor Larriqueta, que al principio quería embarcarnos en la teoría de la ruptura total. Hubo más de un intento, pero por suerte prevaleció la sensatez y si algo podemos apoyar en ese sentido es, precisamente, que las negociaciones se hayan realizado.

Quiero recalcar otro aspecto. Se habla mucho de no pagar la deuda externa con el sacrificio del pueblo argentino y de otros slogans que giran alrededor de esa idea. Incluso se atribuyen a la deuda externa todos los males que sufrimos en este momento. Debo decir que hasta este momento la deuda no ha pesado en absoluto sobre el pueblo argentino. Hemos pagado los intereses de la deuda con más deudas. Hemos ingresado dinero que nos han prestado desde el exterior y lo destinamos al pago de los intereses de la deuda. Por supuesto que está situación no se dará siempre, pero hasta el presente no podemos decir que hemos sentido el peso de la deuda externa. Sencillamente hemos pagado la deuda con recursos obtenidos por medio de nuevos préstamos.

Las cifras son muy fáciles de obtener. En los últimos cuatro años hemos pagado 12.600 millones de dólares en concepto de intereses e ingresaron al país 12.700 millones de manera que hasta ahora no hay sacrificio. Tampoco es cierto lo que dice un destacado funcionario –que no se si es del gobierno o del Partido Intransigente- , el doctor Aldo Ferrer, cuando dice que se han pagado 15.mil millones con recursos propios. Esto es falso: no se han pagado 15 mil millones de dólares con recursos propios. Como dije antes, se han pagado 12.600 millones de dólares frente a un ingreso de 12.700 millones.

Por otra parte, el déficit del presupuesto, tal como se establece en el proyecto, deberá ser financiado desde el exterior, lo cual no me consuela demasiado, ya que el dinero que ingresa en el país en esas condiciones es tan inflacionario como el que se podría emitir aquí. Con ese procedimiento solo estamos cubriendo “la fachada”.

Deseo hacer un comentario sobre el problema político de la deuda. Ya señalé el porqué de este debate. Una vez que el radicalismo se ubicó en la buena línea trató de defender lo que estaba haciendo, lo cual me parece muy bien. Le molestaba la agresión de los opositores, que lo acusaban, entre otras cosas, de dependiente y sometido a Fondo Monetario Internacional.

Fue así que sus integrantes se prepararon y llevaron a cabo un buen debate desde el punto de vista de la defensa de lo que se había hecho. No siempre el partido oficial pensó así, pero en buena hora que se vayan rectificando.

La otra preocupación se centraba en el plan. Pero ya aclaramos que éste no es el plan del Fondo Monetario Internacional, sino que se trata de un plan autóctono.

Finalmente, queda en pie un aspecto: el futuro. Justamente acabamos de esbozar una propuesta para el futuro. Hemos dicho que con refinanciación ganamos tiempo y, si es adecuada, rescatamos el crédito argentino en el exterior. Ganando tiempo podremos realizar las transformaciones fundamentales que el país necesita para producir más y aumentar las exportaciones. Pero esto nos lleva otra vez a la discusión de la política económica interna. Por eso no quise entrar en la discusión de determinar cuántas heladeras se produjeron en el cuarto trimestre; no traté de eludir el debate, sino que no creí oportuno perder el tiempo en un aspecto tan insustancial. Eso es algo que podríamos discutir en una sesión especial en la que nos ocuparíamos del tema de la política económica argentina y de las distintas alternativas a seguir en esta materia.

Detrás de todo esto –no nos engañemos- hay concepciones filosóficas distintas. Desde hace 40 años el país ha estado viviendo bajo un sistema económico estatista, intervencionista, desarrollista y emisionista. Con distintas formas, este sistema ha perdurado a lo largo de todos los gobiernos, y en 40 años trajo como consecuencia que la Argentina bajara de un lugar de privilegio, al que ocupa actualmente. Este es el sistema que hay que cambiar, por lo menos desde nuestro punto de vista. Y esto no ocurre sólo en nuestro país, porque algo similar ocurrió y está ocurriendo en Francia y España.

A este respecto, si me permiten, leeré algunos párrafos que se vinculan con los importantes cambios que se deben operar en situaciones semejantes. Dicen así: “Cuando se les pregunta a los importantes dirigentes del país cuáles son los males principales de la estructura económica, contestan que los males principales de dicha modalidad son los siguientes: falta de delimitación entre las atribuciones del gobierno y las de las empresas –eso es evidente hoy, donde no se sabe si es el gobierno o si son las empresas-, compartimentación administrativa en sentido horizontal y vertical, excesiva centralización de poderes en manos del Estado en detrimento de las empresas, menosprecio de la producción mercantil, de la ley del valor y el papel regulador del mercado y serias manifestaciones e igualitarismo en la distribución, lo que determina que las empresas carezcan de poderes autónomos que les corresponden.”

Otra pregunta dice: ¿En que forma sugiere resolver lo anterior? Y la respuesta es: “El problema clave reside en poner en pleno juego el entusiasmo, la iniciativa, y el espíritu creador de las empresas urbanas en la producción y gestión, o sea, imprimir a las empresas urbanas una poderosa vitalidad. De allí que reforzar la vitalidad de las empresas, sobre todo de las empresas grandes y medianas, sea el eslabón central de la reforma estructural, fundamentalmente en las ciudades, de la economía nacional en su conjunto.”

Cuando la pregunta se refiere a la opinión que merecen las empresas del Estado, la contestación es ésta: “Si los organismos oficiales del Estado asumen directamente la gestión y la administración de las diversas empresas, es inevitable que se produzcan serias manifestaciones de subjetivismo y burocratismo y que resulten ahogados el dinamismo y la vitalidad de las empresas”.

Se pregunta si se cree que la competencia es un instrumento idóneo para mejorar la eficiencia productiva, la respuesta es la siguiente: “Desde hace largo tiempo la gente suele considerar la competencia como algo propio del capitalismo, sin saber que en realidad la competencia no dejará de existir mientras subsista la producción mercantil, claro que tiene distinto objetivo, distinto carácter, distintos medios y distinto radio de acción según sea el sistema social.”

Más adelante se dice lo siguiente: “Hay que modificar el estado de cosas existente desde hace largos años, en el que los organismos directivos, en vez de servir a las empresas y otras entidades de base, las hacen bailar a su alrededor, y e menester acabar con los vicios burocráticos que se manifiestan en la superpoción de organismos administrativos, en el empleo superfluo de personal, en la falta de una clara delimitación de atribuciones y en un sinfín de roces en el manejo de los asuntos y hacer que los organismos dirigentes de todas las instancias canalicen efectivamente toda su labor hacia el siguiente objetivo: servir a la producción y a las empresas y otras entidades de base, construir un país próspero y poderoso y procurar el bienestar y la felicidad del pueblo.”

Por último, se pregunta cómo se visualiza la distribución del ingreso dentro de la sociedad. La respuesta es la siguiente: “Dentro de cada empresa es necesario ampliar la diferencia salarial y aumentar la gradación, haciendo valer cabalmente el principio de recompensar a los laboriosos y a los que trabajan bien y sancionar a los perezosos y a los que trabajan mal, el principio de quien más trabaja más gana y quien menos trabaja gana menos, y el principio de respetar plenamente la diferencia entre el trabajo intelectual y el manual, entre el trabajo complejo y el simple, entre el trabajo calificado y el no calificado y entre el trabajo pesado y el liviano. Actualmente es de particular importancia cambiar la situación de baja remuneración del trabajo intelectual.” “Las lecciones históricas nos enseñan que las ideas igualitaristas constituyen un serio obstáculo para la aplicación del principio de “a cada uno según su trabajo” y su desbordamiento tiende inevitablemente a socavar la fuerzas productivas de la sociedad”. Esta no es la plataforma de la Unión del Centro Democrático; es la política predicada por el Partido Comunista en China.

De manera que si en China se está tratando de salir del problema mediante esta política, no cometamos en la Argentina el error histórico de marchar contra la corriente, queriendo salir del problema que tenemos metiéndonos en el socialismo. (Aplausos.)



Sr. Alsogaray.- Señor Presidente: entiendo que se está arribando al final de este debate y, de acuerdo con lo resuelto por la Comisión de Labor Parlamentaria, una vez concluido la Honorable Cámara deberá pronunciarse sobre los distintos proyectos presentados vinculados con la constitución de una comisión bicameral.

Durante el transcurso de esta discusión de la Cámara constituida en comisión hemos hecho referencia a una iniciativa elaborada por nuestra bancada, pero que aún no ha tenido ingreso formal. Por lo tanto, luego de breves consideraciones que formularé, solicito que por Secretaría se de lectura al proyecto aludido a fin de que también sea sometido a votación.

La sintética reflexión que deseo expresar se refiere a que durante este extenso debate se han dicho muchas cosas con respecto a la deuda externa, excepto cómo se la va a manejar desde ahora en adelante, no desde un punto de vista genérico respecto a los años que vendrán sino del presente.

Los señores diputados saben que están por arribar al país los auditores enviados por el Fondo Monetario Internacional para revisar las cuentas nacionales y que se encuentran en Estado Unidos varios funcionarios del gobierno negociando la deuda externa. Este año deberemos recurrir a empréstitos por un mínimo de 2.600 millones de dólares y un máximo de 5.000 millones de la misma moneda para financiar el déficit presupuestario. Y nos encontraremos dentro de unas semanas –si es que se acuerdan estos montos- con que nuevamente este Parlamento se enterará por los diarios de que la deuda habrá aumentado entre 2.600 millones y 5.000 millones de dólares.

Propusimos al comienzo de este debate que se hiciera algo práctico, sin ánimo obstruccionista, y que no demandaría mayor esfuerzo: que el señor ministro de Economía concurriera a este recinto y manifestara que de acuerdo con el estado de las cuentas nacionales el Estado deberá requerir nuevos préstamos por la suma que él indique. Luego de ello, el Congreso se pronunciará a ese respecto.

De ese modo, ambas Cámaras tendrían la responsabilidad de dictaminar sobre esta cuestión, tal como lo dispone el inciso 6° del artículo 67 de la Constitución Nacional, y los funcionarios gubernamentales conservarían la necesaria libertad de acción y la relativa operatividad para llevar a cabo la negociación de la deuda, contando con el respaldo del Parlamento, lo que les sería de utilidad.

De todas maneras, como ese debate no lo vamos a poder encarar en esta reunión, en la que debemos concluir el tema en discusión, dejo expuesta la reflexión, porque cuando consideremos el presupuesto nos encontraremos frente a la necesidad de analizar el tema y lo mismo ocurrirá si se realiza la interpelación que hemos solicitado al señor ministro de Economía. En la próxima reunión del cuerpo volveremos a reiterar esta inquietud relativa a la interpelación a señor ministro de Economía.

Solicito nuevamente que por Secretaría se dé lectura del proyecto de resolución propiciado por la Unión del Centro Democrático, juntamente con los diputados que representan a los partidos Demócrata de Mendoza, Autonomista de Corrientes y Liberal de la misma provincia.


Transcripto del original en papel por Claudia Bonzo, corregido por Pablo Parenti

Nota: Es nuestra intención transcribir el libro completo, material que iremos subiendo a medida que este listo. Una vez terminado el trabajo se armara el (PDF) para su descarga. Siendo este libro edición del Congreso de la Nación y no habiendo en sus páginas nota que indique lo contrario, creemos de buena fe que podemos hacerlo sin infringir ley de propiedad intelectual alguna.

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