14 de enero de 2015

¿Occidente tiembla...?

Por Elena Valero Narváez (*)
Enero 2015


La Sociedad Occidental, llamada también Sociedad del Conocimiento, se caracteriza por haber afianzado a través de su evolución histórica, los derechos civiles, los cuales limitan los poderes del Estado.
El mal entendido capitalismo, en buena parte la hizo posible, consolidando el sistema financiero y la propiedad privada. Permitió la suficiente acumulación de capital para permitir emprendimientos, antes jamás imaginados, en el plano económico, científico, tecnológico y cultural.
La extensión de los mercados repercutió no solo en Occidente, sino también en todo el mundo, mejorando la calidad de vida de los habitantes como, también, creando problemas graves en países no secularizados donde, aún, la mayoría de la población ve la realidad en términos sagrados.
La cultura occidental entró, sin golpear la puerta, en pueblos muy distintos que no estaban preparados para los rápidos cambios que propaga Occidente, como la aceptación del afán de lucro, el trabajo libre, la profesión independiente, la limitación al poder del Estado, la libertad de culto y de expresión, entre otros muchos más, que no condicen con sus culturas. El Comercio, ése gran libertador, es el intruso que va dejando sin lugar al orden tradicional, el cual no congenia con dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Es así como, fanáticos islamitas, educados en países occidentales, siguen respondiendo a sus países de origen que no respetan la autonomía y la libertad sobre todo, en el plano religioso. Resisten la cultura occidental y tratan de terminar, por la fuerza, con el espíritu liberal de los países donde las personas confían, para orientar sus vidas, en la capacidad de la propia razón.
A ello se deben los demoledores ataques de los terroristas árabes, quienes impugnan la discusión y la crítica cómo método para acercarse a la verdad y adoptan el de la violencia y el terror para imponerse.
La masiva manifestación al acto terrorista ocurrido en Francia, con la participación de mandatarios de muchos países, defensores de la Cultura que acepta la libertad en todos los órdenes, es crucial. Hay que intentar terminar con los grupos de fanáticos que usan técnicas de guerra sobre la población, en tiempos de paz.
Las naciones democráticas, deben imponerse sobre los grupos terroristas y al avance de movimientos políticos anticapitalistas y antioccidentales, que tienen como programa imponer la abolición de la propiedad privada, perseguir la libertad de culto, y controlar brutalmente a la población.
Como la experiencia histórica nos entera, los sueños totalitarios acaban esclavizando al arte, a la ciencia, a la cultura en general y a las personas. La exaltación, el terror y el odio, sustituyen a la razón. Las leyes para los terroristas no sirven ya que luchan para manejar, ellos, al Estado. Todos deben marchar al ritmo que marcan los tambores.
Uno de los principales problemas actuales es la lucha contra los terroristas portadores de grandes tragedias.. Todos podemos ser víctimas de éstos profesionales de la violencia. Es muy difícil combatirlos, sin embargo, habría que unirse en su contra, si se quiere vivir donde los derechos humanos sean soberanos. De la unión de las democracias del Mundo, depende.



(*) Elena Valero Narváez.
Analista política, periodista e historiadora.
Pte 2ª de la Unión del Centro Democrático (UCEDE)







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