22 de octubre de 2014

Detrás de la República se va la Patria

Por Víctor La Pietra (*)


No es una carga de caballería sable en mano, como la de 120 granaderos en San Lorenzo que vencieron a una fuerza superior que parecía ser mayoría, pero que fue vencida con valor y patriotismo, lo que el país necesita para recuperar la república y respetar la plena división de poderes que la caracteriza.

Tampoco necesita municiones como las que fabricó Fray Luis Beltran para el Ejército de los Andes, porque no hacen falta balas para defenderla.

Lo que el país necesita son buenas ideas nuevas de la ciudadanía, más que de los políticos, porque ellos tienen la obligación de interpretarlas y representarlos en sus demandas.

Si bien en su momento las viejas ideas, fueron expresión del resultado de negocios que enriquecieron al país, con el sustento de su capacidad de producción de alimentos para un mundo hambriento después de dos guerras mundiales, no lo fueron en igual medida para el progreso de sus habitantes.
Existía un orden político instalado que aseguraba un buen pasar económico a las clases pudientes y a una clase media en lo que no había espacios para los trabajadores, muy abandonados por los proyectos nacionales.

Con la llegada de la industria, la aparición del concepto de justicia social hizo que muchos dirigentes, en su afán de alcanzar el poder olvidaran que para hacer sustentable ese concepto es necesario lograr equilibrio entre el reconocimiento de derechos y el cumplimiento de las obligaciones que de tal condición emana.

Así cayeron en el error del populismo, cuyos excesos ignoraron el respeto por la ley y la ética que debe imperar en los actos de gobierno transgrediendo principios morales ineludibles. Si un pueblo libre no respeta las leyes termina en la esclavitud que le imponen los tiranos.

Antes que ello ocurra, es necesario volver a la carga que ordenó el Libertador para asegurar la libertad de la República que nacía, concebida por las ideas del doctor Juan Baustista Alberdi. La pérdida del equilibrio entre derechos y obligaciones, afectó la división de poderes de la república y ese deterioro institucional tuvo gran incidencia en la economía. Se utilizaron recursos con fines electorales, se exageró el gasto público, se pudo énfasis en el reparto de monedad más que en la producción de bienes y en el consumo más que en la inversión y ello destruyó la moneda como parte de la identidad nacional.

Un país que ha perdido su moneda, no tiene unidad de cuenta ni para comprar ni para vender y tampoco depósito de valor para ahorrar y ello lo coloca en franca situación de indefensión frente al mundo . Así está la Argentina de hoy, aislada y sin recursos.

Considero que para salir de esta situación es necesario volver a la carga como ordenó el Libertador, abandonando este letargo pernicioso de los viejos partidos políticos, pero no con ejércitos ni municiones sino con ideas valederas y concepciones más modernas, con proyectos sobre el país en el que se desea vivir, junto a la familia y seres y amigos queridos.

No alcanza con la crítica, es necesario el análisis e ideas de gente pensante, junto a expertos ejecutores. Si no somos capaces de salvar a la república a través del voto racional, detrás de ello se nos irá la Patria, porque perderemos el respeto de las otras naciones y seguiremos en el aislamiento a que nos ha llevado un gobierno que no tiene planes ni muestra reacción frente a lo adverso de la coyuntura.

Los enormes desvíos del presupuesto 2014, en el cálculo de crecimiento, el gasto público ampliado varias veces y a la inflación esperada, hacen ridículo el presupuesto del año 2015 en sus bases de cálculo del precio del dolar, y la tasa de inflación prevista, cuya abrupta reducción a un 15 % puede dar lugar a un ajuste salvaje cuyas consecuencias sociales no es mi deseo vaticinar.




(*) Victor La Pietra
Las ideas que difunde el señor La Pietra están inspiradas en su deseo de mejora de las clases menos pudientes a través de crear oportunidades de progreso, para que ellas mismas fudamenten la tan deseada justicia social, que no concibe sin la vigencia del ejercicio de la libertad, así como tampoco cree posible la vigencia de la libertad con la responsabilidad de asegurar esa Justicia.


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